viernes, 30 de marzo de 2012

SERVICIAL COMO DORCAS

Había entonces en Jope una discípula llamada Tabita, (que traducido es «Donas»). Esta abundaba en buenas obras y en limosnas que hacía. (Hechos 9:36).

En los días de la iglesia primitiva los apóstoles iban y venían predicando el evangelio. Era inmensa la tarea y numerosas mujeres colaboraban con ellos en el trabajo misionero que se debía hacer. Era imposible que los discípulos permanecieran estáticos. Ni siquiera podían hacerlo las mujeres, especialmente las de temperamento activo como Dorcas, cuyo nombre significa «gacela». Quizá fue llamada así por su espíritu vivaz, ya que en todo trataba de ser diligente: creía y demostraba que no había tiempo alguno que perder.
Dorcas había aprendido que se debe aprovechar todo momento disponible con el fin de servir a los demás, especialmente a los desamparados. Así que incansablemente pasaba los días atendiendo a los huérfanos, a las viudas y a los enfermos de su vecindario. A Dorcas le agradaba estar en acción porque deseaba ser como su maestro, Jesús. Creía que el Señor la había llamado para servir de esa forma ayudando a los demás, por lo que hacía todo cuanto estaba a su alcance para ayudar a los pobres y a los menesterosos.
Un día sucedió lo inesperado. Quizá Dorcas había descuidado su salud, trabajando demasiado, y su cuerpo no resistió. Dorcas enfermó y murió. Sin embargo, Dios, que se interesa en todo momento por nosotros, les indicó a los hermanos lo que debían hacer en aquella ocasión. Sabían que Pedro estaba en un poblado cercano. Algunos fueron a rogarle que viniera rápidamente a Jope. Al llegar a la casa de Dorcas, el apóstol pidió que lo dejaran solo en la habitación de la difunta. Se puso de rodillas y oró, luego le ordenó a Dorcas que se levantara.
¡Qué alegría para todos!, especialmente para aquella fiel sierva de Dios, quien ahora podría seguir compartiendo el evangelio mediante sus actos caritativos. Ella estaba segura de que Dios la había llamado para trabajar y servir en el gran plan de salvación. 
Hermana mía, tú y yo hemos de abundar en buenas obras, trabajando y sirviendo a quienes necesitan de nuestra ayuda porque hemos sido llamadas a ser parte de ese gran plan divino. 

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer 
Una cita especial 
Textos compilados por Edilma de Balboa 
Por Coraduma Escobar de Villarreal

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