sábado, 14 de abril de 2012

¿DEBER O PRIVILEGIO?


Prefiero ser portero del templo de mi Dios, que vivir en lugares de maldad. Salmo 84:10.

El pastor Jonás Arrais cuenta la historia de un pastor que se preparó lo mejor que pudo para predicar un miércoles de noche. Su chasco fue grande cuando encontró que solamente cuatro personas estaban en la iglesia: tres ancianitas y un joven. «Al menos debo dar gracias por estos cuatro que han asistido», pensó.
El pastor entonces elevó una corta oración de gratitud: «Te doy gracias, Dios, por estos cuatro hijos tuyos que vinieron a adorarte; porque te pusieron en primer lugar a pesar de sus muchas ocupaciones. De manera especial, te doy gracias por este valiente joven que prefirió venir a la iglesia en lugar de quedarse en casa viendo el juego de fútbol que están trasmitiendo por la televisión...».
Apenas escuchó estas palabras, el joven se levantó de un salto diciendo: «¡El juego de fútbol! ¡Se me había olvidado!». Y con estas palabras, salió de la iglesia corriendo (Adventist Review, octubre de 2002, p. 8).
¿Cuál es nuestra motivación principal al ir a la iglesia? ¿Encontramos con nuestros amigos? ¿Ir porque esa es la costumbre? ¿O porque no tenemos nada más que hacer en ese momento?
Según nos dice nuestro texto de hoy (Sal. 84: 10), al Salmista no le importa ser el portero del templo con tal de estar en la presencia de Dios. El disfruta de la compañía de su Creador; se alegra en su presencia (ver Sal. 16:11). Para él, venir ante Dios no es un deber. Es un privilegio.
¿Es una carga para nosotros estar en compañía de nuestros mejores amigos o amigas? ¿Es un sacrificio estar con las personas que amamos? ¡Por supuesto que no! Consideremos entonces todo un honor estar en la presencia de Dios. Adorémoslo, no por lo que ha hecho por nosotros, ni por la vida eterna que promete. Adorémoslo por lo que él es: un Ser digno de toda alabanza, nuestro amante Salvador. Y demos gracias porque su amado Hijo prometió estar con nosotros todos los días hasta el fin del mundo.
¡Gracias, Padre celestial, por el privilegio de estar cada día en tu presencia y de adorarte en tu santo templo!

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

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