domingo, 15 de abril de 2012

NO DESFALLEZCA


«Ten ánimo, hijo; tus pecados te son perdonados» Mateo 9:2.

Un sábado, después del sermón, un hermano se me acercó y me preguntó si podía orar por su madre ya que tenía algunos problemas físicos. Accedí a ello. Los otros miembros de la familia y su madre se reunieron en una de las salas de la Escuela Sabática.
Propuse a la familia que, antes de pedir al Señor que sanara el cuerpo de su madre, le pidieran que también supliera las necesidades espirituales que pudiera tener la familia. Luego pregunté a los distintos miembros de la familia si entre ellos había algún problema espiritual. Tras una corta pausa, uno de los hijos confesó que entre ellos había resentimientos. Sugerí que era preciso orar a Dios para que primero sanara la amargura de la familia y luego pediríamos la sanación de la madre.
En una reunión de un campamento de verano, una mujer se me acercó y dijo: «Pastor O'Ffill, mi esposo y yo queremos tener un bebé. Hemos ido al médico y parece que no hay ningún impedimento. Queremos un hijo ahora. Le digo a Dios que tiene que darme un bebe. Ahora quiero que usted ore para que el me lo de».
Para mí era claro que su ansiedad por tener un bebé la había llevado a enojarse con Dios. Yo podría haber dicho que estaba bien haber orado juntos en ese momento. Pero en ese instante tuve el presentimiento de que para ella había algo aún más importante que tener un hijo y en eso estaba la raíz del problema de su enojo con Dios.
La llamé por su nombre y dije: «Usted está enojada con Dios. Pienso que lo primero que tiene que hacer es pedirle que la perdone por su mala actitud hacia él». Y oramos.
Al año justo de haberla conocido, nos volvimos a ver. Llevaba en brazos un bebé precioso. Me dijo que había quedado embarazada justo después de haberle pedido a Dios que la perdonara.
Un día trajeron ante Jesús a un hombre para que lo sanara. Lo primero hizo Jesús fue perdonar sus pecados (ver Mat. 9:2). Sanando al paralítico Jesús enseñó dos importantes lecciones. La primera es que él tiene poder para perdonar los pecados; la segunda, que no podemos separar la sanidad física de la espiritual, ¿Siente hoy la necesidad de que Jesús sano una enfermedad de su espíritu? Pídaselo. Basado en Mateo 9: 2-6

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill

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