jueves, 5 de abril de 2012

POR NOSOTROS FUE HERIDO


«Mas él fue herido por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados» (Isaías 53:5).

Un día de primavera, yo viajaba en tren desde Nueva Delhi, la capital de la India, hacia la frontera con Pakistán. Me acompañaba otra familia misionera. Tenían dos hijos, un niño y una niña. La niña tenía unos doce años de edad; y el niño, probablemente nueve. Habíamos comprado billetes para viajar en un compartimento de primera clase. En principio, decir que viajábamos en primera podría parecer todo un lujo, pero el compartimento no era grande. Había dos bancos tapizados, uno frente al otro. El hombre y su esposa estaban sentados frente a mí con su hijo entre ellos. Yo estaba sentado frente a ellos con las rodillas que casi se tocaban. A mi lado, en el asiento más cercano a la ventanilla, estaba su hija.
Para que entrara el aire fresco, habíamos abierto la ventanilla. Apenas el tren había empezado a salir del andén, sentí que por mi mejilla corría algo que me pareció agua fría. Levanté la vista para ver de dónde venía a la vez que me ponía la mano en la cara. Cuando miré mi mano, estaba cubierta con algo húmedo y de color sangre.
Parece ser que, cuando el tren empezó a moverse, alguien que estaba de pie en el andén, mascando nuez de betel, escupió por la ventanilla y nos salpicó en la cara a la hija de los misioneros y a mí.
La nuez de betel es un narcótico suave que se mastica en esa parte del mundo, pero, a diferencia del jugo de tabaco, es de color rojo. La única explicación que tengo para que esa persona nos escupiera era que quiso gastarnos una broma.
Pero a mi mente acudieron las palabras: «Le golpeaban la cabeza con una caña, lo escupían y, puestos de rodillas, le hacían reverencias» (Mar. 15:19). «Cristo se entregó en sacrificio expiatorio para salvar a un mundo perdido. Fue tratado como nosotros merecemos, para que nosotros seamos tratados como él merece. Fue condenado por nuestros pecados, de los cuales él no participó, para que nosotros fuésemos justificados por su justicia, de la cual no participábamos. Sufrió la muerte que nos toca a nosotros, para que nosotros recibiéramos la vida que a él le pertenecía. "Por su llaga fuimos curados" (Isa. 5:5)» (Testimonios para la iglesia, t. 8, sec. 3, p. 221).
Hoy dedique un minuto a recordar y agradecerle a Jesús lo que hizo por usted. Basado en Marcos 14: 65

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill

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