viernes, 11 de mayo de 2012

CIUDADANOS DEL REINO


Por nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo. (Filipenses 3:20).

Por lo general quienes tenemos el privilegio de viajar cuidamos de que nuestros documentos estén vigentes, ya que si no lo están no podremos llegar a nuestro destino. En cierta ocasión acudí a solicitar mi pasaporte. Al llegar al departamento de información me pidieron los documentos para que los revisaran en la sección jurídica, a lo cual accedí con mucha confianza. Poco después me llamaron para comunicarme que no podían extenderme un pasaporte ya que mi padre era extranjero. El oficial me dijo: «Antes de que podamos extenderle su pasaporte usted necesita primeramente obtener su ciudadanía». Inicié los trámites y después de dos años el mismo oficial me llamó para decirme: «¡Felicitaciones! A partir de este momento es usted ciudadana de nuestro país». ¡Cuán feliz me sentí!
Aunque necesitamos validar nuestra ciudadanía en este mundo, todo aquí es efímero y pasajero. Nuestra verdadera ciudadanía está en el cielo, donde esperamos vivir por siempre con el Señor. Debemos entender claramente el valor de las promesas que Dios ha manifestado en su Palabra, así como valorar el privilegio de esa ciudadanía celestial que se nos ha conferido.
Elena G. de White nos recuerda: «Somos extranjeros y peregrinos en este mundo. Hemos de esperar, velar, orar y trabajar. Toda la mente, toda el alma, todo el corazón y toda la fuerza han sido comprados por la sangre del Hijo de Dios. No hemos de creer que tenemos el deber de usar un ropaje de peregrino precisamente de un color o de una forma tales, sino que hemos de emplear el atavío prolijo y modesto que la Palabra inspirada nos enseña a usar. Si nuestros corazones están unidos con el corazón de Cristo, tendremos un deseo muy intenso de ser vestidos de su justicia. Nada se colocará sobre la persona para atraer la atención, o para crear polémica» (La maravillosa gracia de Dios, p. 57).
Te invito hoy a que le digas al Señor Jesús: «Gracias por darme el privilegio de tener la ciudadanía celestial. Ayúdame a vivir como una verdadera ciudadana del reino que representa una herencia inmortal. Permíteme ser un digno miembro de la familia celestial, no olvidando que soy una hija del Rey de reyes y Señor de señores».

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Yolanda Fernanda

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