viernes, 11 de mayo de 2012

VIVIR PARA AMAR


Y todo lo que hagan, háganlo con amor. 1 Corintios 16:14

Amy tenía unos 17 años cuando vio a una mujer harapienta que caminaba con dificultad bajo una pesada carga. Sin vacilar, ella y sus dos hermanos corrieron en auxilio de la mujer. Llevaron su carga y recorrieron con ella el trayecto necesario ante la mirada sorprendida de la gente.
Y es que a Amy le gustaba servir, y esa vocación de servicio se profundizó cuando supo de las condiciones en las que trabajaban miles de muchachas en los molinos de Irlanda. Sin mucho apoyo, pero convencida de que Dios proveería los medios, comenzó en las dependencias de su iglesia un ministerio en favor de estas jóvenes. En poco tiempo la obra creció tanto que tuvo que buscar un local donde acomodar a unas quinientas muchachas, muchas de las cuales luego entregaron su vida a Cristo. Sin que Amy lo supiera, Dios la estaba preparando para desafíos cada vez mayores, y no precisamente en Irlanda.
Mientras estaba en Inglaterra, en 1892, sintió el llamado del Señor para ser misionera. Inspirada por la obra de Hudson Taylor, quiso ir a la China, pero su solicitud fue rechazada por problemas de salud. Finalmente fue aceptada para ser misionera en la India, adonde llegó en 1895, gravemente enferma de dengue. Algunos misioneros predijeron que Amy no aguantaría ni siquiera seis meses en la India, pero ella permaneció allí ¡durante 55 años!
Mientras estaba en la India, una niña de siete años llegó a la estación misionera en busca de protección. Tenía las manos quemadas y huía de un templo hindú. La niña informó que la estaban preparando para «casarse con uno de los dioses». Las averiguaciones que siguieron sirvieron para desenmascarar un sistema de tráfico de niñas que luego serían dedicadas a la prostitución. ¡Muchas de esas niñas eran vendidas por sus propios padres! A pesar de las amenazas de arresto y amenazas de muerte, Amy fundó La Comunidad Dohnavur, una organización cuyo objetivo era albergar a los centenares de niños — entre ellos, muchos bebés — que lograban rescatar de esa red infame ( Warren W. Wiersbe, Victorious Christians You Should Know [Cristianos victoriosos que usted debería conocer], pp. 105, 106).
Amy Carmlchael murió en 1951, a la edad de 83 años. Quizás no hay mejor manera de resumir lo que fue su vida que usando sus propias palabras: «Se puede dar sin amar, pero no amar sin dar».
Señor al igual que Amy, ayúdame a «amar para vivir, y vivir para amar».

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

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