sábado, 19 de mayo de 2012

DE FRENTE Y SIN RODEOS - 2


Sean intachables y puros, hijos de Dios sin culpa en medio de una generación torcida y depravada. En ella ustedes brillan como estrellas en el firmamento. Filipenses 2:15, NVI

¿Qué hay de malo en ir al cine? Hace algunos años estaba en un panel en el que se debatía el tema. Los argumentos a favor y en contra iban y venían. Mientras tanto, yo pensaba: «¿Cuánto tiempo más seguiremos debatiendo este tema?». Recordé entonces el sinnúmero de debates similares en los que, como jóvenes, hacíamos a los panelistas la misma pregunta. Y obteníamos las mismas respuestas.
Sin embargo, algo interesante ocurrió en la noche, durante la cena. Unos siete jóvenes compartieron la mesa conmigo. Y la pregunta salió nuevamente a relucir, solo que con un matiz diferente.
—¿Cuál es su opinión con respecto al tema del cine que se discutió esta tarde?
—me preguntaron.
—Creo que no hicieron la pregunta correcta —respondí.
—¿Y cuál es esa pregunta?
—La pregunta correcta es: ¿Seguiremos viendo en nuestros hogares la clase de películas que hoy se proyectan en el cine? Se produjo un corto silencio. Y continué.
—¿Qué sentido tiene que continuemos discutiendo si podemos o no ir al cine cuando el problema es que ahora hemos traído el cine a nuestros hogares? Creo que el diablo está de lo más feliz al vemos perder el tiempo discutiendo durante años qué hay de malo en ir al cine. Más bien, deberíamos preguntar qué hay de bueno en las películas que estamos viendo en nuestras propias casas.
Hubo un nutrido intercambio de opiniones, después de lo cual añadí: 
—¿Ha cambiado Hollywood el contenido de sus películas en los últimos años? 
—Ahora son peores —respondió alguien.
—Correcto —respondí—. Si Hollywood no ha cambiado, entonces somos nosotros los que hemos cambiado. Porque ahora vemos en nuestros hogares lo que antes no se nos ocurría ver en el cine.
¿Cuál es la solución? El versículo de hoy nos da la respuesta. Dios espera que seamos puros, sin mancha, que brillemos como estrellas en el firmamento, en medio de una generación que a lo vulgar le da el nombre de «entretenimiento».
Mientras otros siguen discutiendo si ir o no al cine, ¿por qué no resolvemos, con la ayuda de Dios, no ver imágenes perversas, ni en el cine, ni en nuestra casa ninguna otra parte?
Ayúdame, Señor, a no poner delante de mis ojos nada perverso. (Ver Sal. 101:3)

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

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