jueves, 24 de mayo de 2012

UN EVANGELIO VALIOSO


«Pero si nuestro evangelio está aún encubierto, entre los que se pierden está encubierto; esto es, entre los incrédulos, a quienes el dios de este mundo les cegó el entendimiento, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios» (2 Corintios 4:3,4).

¿Conoce usted el valor de las piedras preciosas? Personalmente, soy incapaz de distinguir un diamante de un pedazo de vidrio.
Se cuenta la historia de un coleccionista de minerales que buscaba piedras y luego las vendía a otros coleccionistas. Durante una de sus excavaciones encontró un espécimen que describió como «grande y hermoso». Todos sus intentos de venderlo fracasaban; mientras, lo guardaba bajo la cama o en el armario. Suponía que aquel pedrusco azul le podía reportar unos beneficios de alrededor de quinientos dólares, pero estaba dispuesto a aceptar una suma inferior si se le presentaba un pago urgente, por ejemplo, la factura de la electricidad.
Así es como estuvo a punto de ser vendido por apenas unos cientos de dólares lo que era el mayor y más valioso zafiro jamás encontrado.  Aquel pedrusco azul que había sido condenado a la oscuridad de un armario, conocido ahora como el zafiro «Estrella de David», pesa casi medio kilo y está valorado en 2.75 millones de dólares.
Jesús dijo que el evangelio es como un tesoro escondido. ¿Pero por qué oculta Dios el evangelio? La respuesta es que no lo hace. El problema es que muchos tienen ojos, pero no ven, tienen oídos pero no oyen, tienen inteligencia, pero no entienden el tesoro que contiene. El hombre de la parábola del tesoro vio el tesoro y en seguida supo que era valioso. Volvió a enterrar el cofre, fue a casa, vendió todo lo que tenía para reunir el dinero necesario para comprar el campo, de modo que el tesoro fuera suyo.
Cuando David Livingstone, el famoso misionero, inició su viaje a través de África tenía 73 libros distribuidos en tres bultos, con un peso total de 82 kilos. Después de haber andado trescientas millas, Livingstone tuvo que deshacerse de algunos de los libros a causa de la fatiga de los porteadores. A medida que avanzaba, su biblioteca se iba reduciendo más y más, hasta que le quedó un solo libro: la Biblia.
Señor, ayúdame a apreciar la belleza de tu Palabra. Basado en Mateo 13:44

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill

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