viernes, 29 de junio de 2012

NO SE PUEDE HACER DE DOS MANERAS


«Antes bien, como está escrito: "Cosas que ojo no vio ni oído oyó ni han subido al corazón del hombre, son las que Dios ha preparado para los que lo aman» (1 Corintios 2: 9).

No es nada extraño que en la vida cristiana nos pasemos más tiempo llamando a la grúa que aprendiendo a conducir el automóvil de la vida. Es como si en todos nosotros hubiera algo que se empeña en echarnos fuera de la carretera. Incluso cuando una persona nace de nuevo, esta atracción fatal sigue siendo un problema.
Un texto lo explica: «Cada uno es tentado, cuando de su propia pasión es atraído y seducido. Entonces la pasión, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte» (Sant. 1:14,15). Cuando nos ponemos en peligro sufrimos innecesariamente y eso nos hace aún más vulnerables a los ataques de Satanás.
Mi trabajo como evangelista me hace viajar mucho. Los viajes se me difuminan unos con otros y llega un momento en que me cuesta recordar dónde estoy en un momento determinado. Sin embargo, recuerdo una ocasión en que, después de haber predicado el sermón, por la noche, mis colegas me llevaron de vuelta al hotel. Para mí, viajar es algo agradable hasta que llega la noche; entonces quisiera estar en casa.
En aquella ocasión tomé una cena ligera y, como todavía era pronto para ir a dormir, decidí pasar las siguientes horas viendo la televisión. Cuando llegó la hora de ir a la cama, tomé una ducha y, siguiendo mi costumbre, me arrodillé para orar.
Escuchar nuestras oraciones puede ser muy revelador. Aquella noche oré como de costumbre antes de acostarme. Pero a media oración pensé en lo que decía y me detuve en aquel justo momento. Me di cuenta de que me estaba contradiciendo y no pude continuar. Me oí a mí mismo pidiendo al Señor que me hiciera como Jesús y perdonara mi orgullo, mi egoísmo, mi amargura, mis ansias desmesuradas y mi falta de dominio propio. Pero los programas de televisión que acababa de ver estaban imbuidos de esas características negativas. De buen grado me había entretenido viendo a los actores que simulaban los mismos pecados por los que Cristo murió. ¿Hay algo más incoherente? Aquella noche aprendí que tenía que vivir de la misma manera que oraba. No podía hacer las dos cosas a la vez. Era claro que en la oración decía una cosa y con la vida hacía otra.
¿Soy el único que tiene ese problema?. Basado en Mateo 26:41

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill

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