martes, 19 de junio de 2012

«SI CREO»


¿Crees tú en el Hijo del hombre? Juan 9:35.

Hace ya varios años, el mundo fue sacudido por la noticia de dos desquiciados adolescentes que asesinaron a sus propios compañeros de estudio. La tragedia ocurrió en Colorado, Estados Unidos.
Cuentan los sobrevivientes que esa trágica mañana los asesinos disparaban a sangre fría contra todo lo que se movía, mientras reían a carcajadas. Primero sembraron el terror en el primer piso de la institución. Luego subieron a la biblioteca, donde estaba una joven estudiante, de nombre Valeen, con su mejor amiga, escondida debajo de una de las mesas. En cuestión de segundos, inundaron el lugar con una lluvia de balas. La amiga de Valeen murió en el acto. Ella, por su parte, fue alcanzada por varios proyectiles. Agobiada por el dolor, la joven comenzó a quejarse: «¡Dios mío! ¡Dios mío!».
Cuando los asesinos escucharon mencionar el nombre de Dios, caminaron en dirección al lugar de donde provenía el clamor.
—¿Dijiste Dios? —preguntó uno de ellos—. ¿De verdad crees en Dios?
—Sí, creo —respondió con valentía la muchacha.
—¿Y por qué crees en Dios? —preguntó el pistolero, mientras recargaba el arma.
—Porque así me criaron mis padres, y porque yo lo creo.
No se sabe por qué no la mataron. Se cree que después de su valiente testimonio, Valeen se desmayó y la dieron por muerta. Al final de la sangrienta jornada, los dos adolescentes habían asesinado a doce estudiantes y a un profesor. Luego ellos mismos se quitarían la vida. Pero Valeen sobrevivió para contar por qué dijo sí, consciente de que esa respuesta podía costarle la vida.
«Cuando esos dos muchachos me preguntaron si creía en Dios, sentí tantos deseos de decir "no". [...]. Pero decir "no" era una falta de respeto a mí misma y a Dios. Por eso los miré directamente y les dije lo único que podía decirles: "Sí, creo"» (Bruce Porter, The Martyr's Torch [La antorcha del mártir], pp. 6-8).
Quizás nunca te encontrarás en una situación tan dramática para demostrar tu fe, pero no necesitas que una pistola te apunte a la cabeza para demostrar tu lealtad a Dios. Por medio de las pequeñas pruebas de cada día estás diciendo: «Sí, creo en Dios». O de lo contrario: «No creo». Son los hechos, no las palabras, los que cuentan.
Hoy puedes demostrar que sí crees en Dios. Hoy puedes representarlo con dignidad en todo lo que hagas. ¿Estás dispuesto a hacerlo?

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

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