viernes, 22 de junio de 2012

«TENGO UN PRESENTIMIENTO»


El amor del Señor no tiene fin, ni se han agotado sus bondades. Cada mañana se renuevan. Lamentaciones 3:22,23.

La joven protagonista de nuestra lectura para hoy ha sido la única atleta dueña, simultáneamente, de todas las mejores marcas en nado libre, y la única en ganar tres medallas olímpicas en tiempo récord. Cuando apareció en el escenario deportivo de su país natal, Australia, tenía apenas 13 años. Para el momento de su retiro, ya había impuesto once marcas mundiales y había ganado cinco medallas olímpicas. ¿Quién fue ese «torbellino» de la natación? Esa jovencita, hoy ya adulta, se llama Shane Gould.
Shane no solo tenía excelentes condiciones físicas; además, siempre esperaba que ocurriera lo mejor. Esta cualidad de Shane se hizo evidente en una de sus competencias en los Estados Unidos. Cuando un periodista le preguntó qué resultados esperaba de la competencia, sin vacilación respondió: «Tengo el presentimiento
de que hoy se va a establecer una marca mundial en este lugar». Ese día estableció, no una, sino dos marcas mundiales: en los 100 y en los 200 metros estilo libre.
Sin embargo, ahí no terminó la historia. Cuando enfrentó la prueba más dura, los 400 metros, le preguntaron qué esperaba. Respondió: «Mis padres me han prometido que si gano me llevarán a Disney ¡y salimos mañana!» (Víctor Parachin, «Diez pasos para mejorar la autoestima», Listen, mayo de 2000, p. 11).
Eso se llama optimismo. Las investigaciones han demostrado que en comparación con los pesimistas, los optimistas son más felices, tienen más éxito en la vida, obtienen mejores calificaciones en los estudios y disfrutan de mejor salud (Martín Seligman, Learned Optimism [Optimismo aprendido], pp. 15,16).
¿En qué se diferencia el pesimista del optimista? Según el psicólogo Martín Seligman, la actitud dominante en el pesimista es la creencia de que nada de lo que haga cambiará las cosas: «Soy malo con las matemáticas, y no importa cuánto me esfuerce, siempre lo seré». El optimista, por el contrario, cree que puede cambiar las cosas que le suceden por medio de sus acciones voluntarias: «No soy muy bueno con las matemáticas, pero si me esfuerzo podré dominarlas».
Es verdad que muchas cosas escapan a nuestro control, pero también hay muchas que sí podemos controlar. ¿Podrías pensar en algunos aspectos  de tu vida que hoy mismo podrían cambiar para bien con un poco de esfuerzo, una buena dosis de optimismo y fe en Dios?

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

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