sábado, 28 de julio de 2012

AFERRADAS DE DIOS


Porque yo sé muy bien los planes que tengo para ustedes –afirma el Señor-, planes de bienestar y no de calamidad, a fin de darles un futuro y una esperanza (Jeremías 29:11 NVI).

Ante todos los percances que precedían a nuestro viaje, debo admitir que en determinado momento dejé de orar para que mi esposo nos acompañara. Me conformé con la decisión que él había tomado. Sin embargo, mi hijo exclamó: «Mamá, yo voy a seguir orando para que mi papá venga con nosotros». ¡Qué reprensión para mi falta de fe! Decidí entonces comenzar de nuevo a orar con nuestro hijo.
En el momento en que las personas y los planes nos fallan y nuestra fe es probada debemos recordar que no estamos solos. Dios también usó a mi esposo para hacerme recordar otra hermosa promesa: «¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti? Y fuera de ti nada deseo en la tierra. Mi carne y mi corazón desfallecen; más la roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre» (Sal. 73:25-26). ¡Qué Dios tan amante tenemos! Permitamos que nuestro precioso Salvador nos tome en sus brazos y nos guíe obrando en nuestras vidas un verdadero milagro.
El domingo, antes de emprender aquel largo viaje para asistir al retiro familiar, mi esposo nos dio una maravillosa noticia durante el culto de la mañana. Nos informó de que podría ir con nosotros al campamento familiar.  El Señor permitió que su trabajo se interrumpiera durante una semana, el tiempo exacto que necesitábamos para la travesía.
Por otro lado, el gato mejoró y no tendría que ser operado. Un buen amigo se ofreció a cuidar de nuestros animales y del jardín y el martes por la mañana, precisamente el día de nuestra partida, un amigo de mi esposo nos ayudó a conseguir el remolque que necesitábamos.  Nuestra fe fue probada, y las dificultades por las que pasamos nos hicieron valorar y apreciar más la ayuda divina.  Disfrutamos muchísimo del campamento y recibimos grandes bendiciones espirituales.
Querida amiga, no olvides que en cualquier circunstancia Jesús es nuestra fortaleza y apoyo. Como David, debemos decir: «Enséñame, Jehová tu camino» (Sal. 86:11).

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Sherie Lynn Vela

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