domingo, 22 de julio de 2012

ESCUCHEN MI VOZ


«Ahora, pues, si dais oído a mi voz y guardáis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos, porque mía es toda la tierra» (Éxodo 19:5).

¿Alguna vez alguien que disfrutaba de una posición de autoridad le ha dicho: «Espero que haga lo que yo le digo y no lo que yo hago»? Esto es lo que decimos cuando alguien cuestiona nuestro propio comportamiento.
En cierta ocasión Jesús hablaba a «una multitud», lo que significa que debía estar rodeado de muchas personas. A menudo recurría a objetos cotidianos para ilustrar sus enseñanzas; por eso, cuando vio que algunos de los gobernantes del templo estaban junto al borde de la multitud, pensó que serían una buena ilustración para que la recordara el pueblo.
Seguro que la manera en que empezó la lección satisfizo a los sacerdotes. Jesús dijo que los escribas y los fariseos están sentados en la cátedra de Moisés y que el Pueblo tenía que hacer todo cuanto le pidieran. En realidad, Jesús defendía su autoridad. Pero luego añadió: «Pero no hagan lo que ellos hacen, porque les dicen que hagan ciertas cosas que ellos mismos no hacen» (ver Luc. 6:46). Con toda seguridad, esto avergonzó a los gobernantes, a la vez que les demostró que los conocía muy bien.
Desde el Génesis hasta el Apocalipsis, la Biblia describe la relación que se establece entre la redención y la obediencia. El paraíso, el Calvario y el propio cielo declaran que lo primero y lo último que Dios nos pide es, sencillamente, una obediencia absoluta y decidida.
El Génesis menciona cuatro veces la obediencia de Noé. En Éxodo 19:5, Dios dijo a Israel: «Si dais oído a mi voz y guardáis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos». El apóstol Pablo dice que a él le fue encomendada la tarea de hacer que los gentiles obedecieran (ver Rom. 15:18). En Santiago 1:22 se nos llama a poner en práctica la Palabra y no limitarnos a escucharla. En 1 Pedro 1:2 se declara que la santificación que obra el Espíritu Santo lleva a la obediencia, Los versículos 14 y 15 nos llaman a rechazar la desobediencia antigua para hacernos obedientes.
Aunque en el evangelio haya una provisión para la desobediencia, la salvación no tiene que ver con desobedecer y salimos con la nuestra, sino con el modo en que somos restaurados a una relación de obediencia a Dios y cómo mantenerla.
Jesús se ha comprometido a impedir que caigamos (ver Jud. 24). Tómele la palabra. Basado en Lucas 6:46

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill

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