jueves, 5 de julio de 2012

PASAR EL DÍA CON DIOS


«Que por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias; nuevas son cada mañana. ¡Grande es tu fidelidad!» (Lamentaciones 3:22,23).

¿Le gustaría pasar más tiempo en presencia de Dios? ¿Le gustaría sentirse más cerca de él y sentir su consuelo y fortaleza? Hay una manera: mantener la línea abierta. Es como llamar a alguien por teléfono y dejar el auricular descolgado, de manera que la persona que está al otro lado de la línea pueda escuchar todo lo que usted hace.
He aquí una idea para pasar el día con Dios. Veamos si le funciona. Comience por arrodillarse junto a la cama al despertarse.  Agradezca a Dios por el sueño nocturno y entréguele el corazón. Luego siga pensando en él. Piense en el cielo y en Jesús como en un amigo mientras se viste y se arregla el cabello (quizá influya en la ropa que use). Cuando se siente para desayunar dele gracias por los alimentos que va a disfrutar.
Cuando suba al automóvil para ir al trabajo o a la escuela, pídale al Señor que envíe a sus ángeles para que lo acompañen, no solo para hacer que llegue sano y salvo, sino para que hagan de usted mejor conductor.
Al llegar al trabajo, pídale al Señor que lo ayude a ser un buen testigo fiel. Pida el fruto del Espíritu. Si se queda en casa con los niños, probablemente necesite grandes dosis de paciencia, amabilidad y amor; el Espíritu se las dará si se lo pide.
A lo largo del día mantenga los pensamientos por encima de las cosas de este mundo. Asegúrese de reservar un tiempo especial durante el día para dedicarlo a alimentar el alma con la lectura de la Biblia y el estudio de la lección de la Escuela Sabática. En la medida de lo posible, salga y disfrute de la contemplación de la naturaleza.  Dios nos habla a través de las cosas que hizo.
Los primeros africanos convertidos al cristianismo eran sinceros y regulares en la adoración privada. Parece ser que cada uno de ellos había escogido un lugar apartado en la selva donde podía abrir el corazón a Dios. Con el tiempo, los senderos que llevaban a esos lugares quedaron bien trillados. El resultado fue que, si uno de esos creyentes empezaba a descuidar la oración, los demás pronto lo notaban.  Amablemente le recordaban la negligencia: «Hermano, en tu camino empieza a crecer la hierba». No permita que la hierba crezca en el suyo. Basado en Mateo 28:20

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill

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