martes, 17 de julio de 2012

¿PREOCUPACIÓN O CONFIANZA?


«Paz, paz para el que está lejos y para el que está cerca», dice Jehová. «Yo lo sanaré» (Isaías 57:19).

La paz y la tranquilidad deben acompañar a quienes creemos en Jesús. Una de las bendiciones que el Maestro nos dejó es precisamente su paz. Aunque sabemos que no todos los seres humanos disfrutan de esa dicha en su diario vivir.
Mi hijo siempre ha sido un joven alegre y de buen ánimo. No hace mucho me llamó para informarme de que había roto su compromiso de cinco años con la chica que creía sería su esposa. Le dije que me gustaría estar a su lado para consolarlo. Sin embargo, me contestó que prefería que no lo viera en aquel estado tan triste. ¿Qué madre puede estar tranquila sabiendo que la angustia oprime el corazón de un hijo? Aunque estemos acostumbradas a responder a las circunstancias de la vida apoyándonos en Dios, cuando se trata de un hijo, la desesperación podría apoderarse de nosotras.
Tras escuchar la noticia caí sobre mis rodillas, sintiendo un gran dolor por mi hijo, así como por la distancia que nos separaba. Pedí a Dios que nos concediera a ambos su paz y consuelo. De pronto una pregunta me vino a la mente: ¿Acaso podemos estar preocupados y confiar en Dios al mismo tiempo?
En la época en que vivimos es casi imposible vivir sin preocupaciones. La salud, el matrimonio, los hijos, e incluso nuestra vida espiritual, requieren nuestra atención. Pero, ¿ofenderá a Dios una actitud de preocupación cuando su Palabra dice: «Echad toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros» (1 Ped. 5:7)? ¿O acaso debemos dejarle a Dios toda carga y mostrarnos despreocupadas ante las circunstancias adversas? La vida centrada en Cristo implica que debemos depender de él.  Dios se preocupa por nuestras necesidades al igual que una madre une sus sentimientos a las circunstancias difíciles que atraviesa un hijo.
La unión con Jesús es el bálsamo que nos permitirá confiar enteramente en Dios. La oración, la voz que clama diciendo «¡ayúdame!», debe ir acompañada de la confianza. Calmemos nuestra ansiedad recordando que él no nos dará una prueba mayor de la que podamos soportar.
¡Confío en ti, Señor, y dependo únicamente de ti!

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Mayda Pardillo de Cortés

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