viernes, 6 de julio de 2012

QUIEN JUEGA CON FUEGO…

El que se echa fuego en el pecho, sin duda se quema la ropa. Proverbios 6: 27

Este joven tenía todas las ventajas para triunfar en la vida: disfrutaba de perfecta salud; recibió de sus padres una buena educación; y, lo más importante, Dios mismo lo había llamado a cumplir una importante misión a favor de su pueblo. Ya puedes imaginar de quién estamos hablando: de Sansón.
¿Cómo pudo terminar tan mal lo que comenzó tan bien? ¿Por qué murió Sansón como prisionero en manos de los filisteos, siendo que Dios lo había escogido precisamente para quebrantar el yugo de ellos sobre Israel? ¡Y pensar que lo tuvo todo a su favor! Pero cometió un solo error: el que pasa mucho tiempo «jugando con fuego», termina quemándose.
Por ejemplo, ¿qué tenía que andar haciendo Sansón en las ciudades filisteas, que no pudiera hacer en Sora, su ciudad natal? En Timnat vio a una filistea que «le gustó» (ver Jue. 14:1-4), y decidió contraer matrimonio con ella. En Gaza vio a una prostituta y, sin pensarlo dos veces, pasó la noche con ella (Jue. 16:1,2). Y en el valle de Sorec fue donde conoció a esa serpiente venenosa llamada Dalila (Jue. 16:4).
El punto está claro: si un joven se relaciona continuamente con gente de dudosa reputación, ¿quiénes integrarán finalmente su círculo de amigos? ¿Qué hábitos aprenderá? ¿Con qué clase de persona finalmente se casará? No importa cuán buenos principios ese joven haya recibido de sus padres, tarde o temprano terminará revolcándose en el lodo. Ya lo dijimos en otra lectura y aquí vale la pena repetirlo: no intentemos saber cuan cerca del precipicio podemos caminar sin caer. Sansón pasó mucho tiempo en territorio enemigo, y esas «relaciones con los idólatras lo corrompieron» (Patriarcas y profetas, p. 546).
Sansón se expuso innecesariamente a las influencias corruptas de los filisteos. Así, gradualmente, sus «murallas» defensivas (sus principios), se debilitaron, hasta que finalmente colapsaron. Lo demás vino por añadidura. Ya lo diría el apostol pablo siglos más tarde: «No se unan ustedes en un mismo yugo con los que no creen, Porque, ¿cómo puede la luz ser compañera de la oscuridad?». (2 Cor. 6:14).
Padre celestial, dame sabiduría para conocer el mal en cualquiera de sus formas, y valor para mantenerme alejado de él.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

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