martes, 21 de agosto de 2012

LA OVEJA PERDIDA


«¿A dónde me iré de tu espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia?» (Salmo 139: 7)

En alguna parte leí que los objetos no se pierden, sencillamente, están donde la gente no los busca. Quizá sea cierto con los objetos inanimados; pero los seres vivos, cuando se alejan un trecho de donde se supone que tienen que estar, pueden perderse. Estar perdido es estar fuera de alcance, sin poder encontrar el camino.
A veces, las ovejas se alejan del pastor. Para un pastor que ama su rebaño, la idea de perder una oveja es dolorosa. Cuando está sola, una oveja es un ser totalmente indefenso. Si un animal salvaje la encuentra, podría despedazarla en un instante. Una y otra vez el pastor se pregunta: «¿Qué le sucederá a la oveja?». De todas las criaturas, las ovejas son las más torpes. Un perro perdido puede encontrar el camino de vuelta a casa. Probablemente, un caballo sea capaz de regresar al establo. Pero una oveja vagará y vagará, adentrándose cada vez más en el desierto. Cuando una oveja se pierde, se ha perdido para siempre.
Una oveja está indefensa, no sabe cómo cuidar de sí misma. El camello puede oler el agua a grandes distancias y el buitre puede ver la comida desde muy lejos. Sin embargo, las ovejas son incapaces de encontrar nada por sí mismas. De todas las criaturas desdichadas, la oveja perdida se lleva la peor parte.
Suponga que nos cruzamos con un pastor que acaba de descubrir que ha perdido una de sus ovejas. Le preguntamos:
—¿Qué sucede? Parece terriblemente alterado.
—Es verdad, estoy muy alterado; una de mis ovejas se ha perdido.
—No se preocupe, se trata de una sola, todavía le quedan noventa y nueve.
—¿Y le parece poco haber perdido una? Si usted fuera pastor no pensaría así. Mire, en lo único que puedo pensar es en la que se ha perdido, no en las noventa y nueve que están a salvo.
Jesús contó la hermosa historia de un pastor y una oveja perdida porque quiere que sepamos cómo se siente cuando nos apartamos de él. Él no nos ha perdido; sabe dónde estamos. Pero podemos llegar a perdernos. ¿Ha oído al Buen Pastor que lo llama?

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill

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