viernes, 24 de agosto de 2012

¿SEGUNDO VIOLÍN?


El Hijo del hombre no vino para que le sirvan, sino para servir. Mateo 20:28

En el Nuevo Testamento, se menciona en cuatro ocasiones la lista de los apóstoles: Mateo 10:1-4, Marcos 3:16-19, Lucas 6:14-16 y Hechos 1:13. Adivina a quién se nombra primero en cada una de ellas. ¡Por supuesto, a Pedro!
¿Y Andrés, su hermano? Bien, gracias.
No tiene que haberle resultado fácil a Andrés ser el hermano de Pedro. Imagino que Pedro era el que siempre llevaba la voz cantante, algo así como el director de la orquesta. Andrés equivalía a ser «el segundo violín».
Pedro era tan popular, que a nadie se le habría ocurrido decir: «Pedro, el hermano de Andrés». Pero Andrés era, simplemente, «el hermano de Pedro» (ver Juan 1:40; 6:8).
Este caso me recuerda mi propia experiencia. Cuando era jovencito, en la escuela me conocían como «el hermano de Agustín». Sucede que Agustín, mi hermano mayor, era uno de los mejores estudiantes de toda la institución. Era tan brillante que una maestra incluso llegó a decirme que yo no era «ni las pantuflas de mi hermano». Por un tiempo esas palabras me hirieron, pero después me consolé pensando que yo no era tan malo, ¡sino que mi hermano era demasiado bueno!
¿Cómo manejó Andrés esa incómoda situación? Respondamos con otras preguntas:
- ¿Quién llevó a Pedro al Señor Jesús? Fue Andrés (ver Juan 1:40-42).
- Ante el desafío de alimentar a más de cinco mil personas, ¿quién le mencionó a Jesús que un niño tenía cinco panes y dos peces? Fue Andrés (Juan 6:1-13).
- Cuando unos griegos querían conocer a Jesús, ¿quién los llevó a la presencia del Señor? Fue Andrés (Juan 12:20-33).
¡Ahí está! Andrés no era muy brillante, ni sabía muchas cosas, pero ¡lo poco que sabía la hacía muy bien!
Y a ti, ¿cuántos talentos te ha dado Dios? Probablemente no eres el mejor jugador del equipo. Tampoco eres el solista del coro, ni el más popular del barrio. Pero, ¿sabes qué? Para triunfar en esta vida no tienes que ser el mejor. Basta con que seas útil. Tus talentos, pocos o muchos, ponlos en las manos de Dios, y en el cielo comprobarás que la gloria no está en ser grande, sino en ser útil, como lo fue Jesús.
Padre celestial, que mi mayor gloria sea vivir para servir y ser útil.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

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