sábado, 8 de septiembre de 2012

DIOS, ¿PUEDES OÍRME?


Respóndeme, Jehová, respóndeme, para que conozca este pueblo que tú, Jehová, eres el Dios, y que tú haces que su corazón se vuelva a ti. (1 Reyes 18:37).

Era sábado para la mañana.  Yo vivía en el tercer piso de un edificio del centro de la ciudad de Monterrey, México.  Mi hijo Eduardo, que tenía diez años, se había quedado cuidando a sus hermanitos gemelos, mientras que yo, con mi hija Alejandra, fui a la planta baja a recoger varios paquetes.
Como queríamos llegar temprano a la iglesia le pedí a Alejandra que llamara a Eduardo para que nos ayudara. «¡Mami! Eduardo está tirado allá afuera, y tiene sangre», exclamó Alejandra, mi niña de seis años, cundo fue a buscar a su hermano. Salí corriendo y encontré al niño tirado en el piso. Me arrodillé junto a su cuerpecito y comencé a hablarle y a tratar de levantarlo. Le dije a mi hija que fuera a despertar a su papá. Ahora mi esposo, un hombre corpulento, lloraba tirado junto al cuerpo de su hijo. Al subir a la ambulancia, los paramédicos nos dijeron que el niño se había electrocutado.
Eduardo, según supimos después, había subido hasta la azotea, donde tendíamos la ropa, y al ver que yo no es taba allá se dispuso a regresar al apartamento. Las sandalias se le enredaron con los cables de algunas antenas, por lo que al resbalar se aferró a unos cables eléctricos de alta tensión que pasaban muy cerca de la escalera y cayó al vacío. Estaba sentada en la sala de emergencias mientras los médicos evaluaban las lesiones que presentaba el cuerpo de mi hijo. Una enfermera, al ver mi expresión de angustia y tristeza, se detuvo y me dijo: «Ya es muy tarde, señora, vaya a comer algo». Solamente la miré sin poder articular palabra, ya que mis pensamientos estaban conectados con Dios, a quien le rogaba que salvara al hijo que tanto amaba. La enfermera me entendió y se marchó sin decir palabra; pero a los pocos minutos regresó trayendo una manzana: «Coma algo, porque esto va a tardar».
Es impresionante la manera en que Dios usa a personas que a través de algún acto sencillo pueden ser instrumentos de su amor.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Alma Eguía de Chacón escribe desde México

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