martes, 3 de abril de 2012

DIOS HABLA A TRAVÉS DE UN LIBRO


Clama a mí y yo te responderé y yo te enseñaré cosas grande y ocultas que tú no conoces.  (Jeremías 33:3).

La decisión de unirme a la Iglesia Adventista generó un conflicto con mi familia y con mi prometido.  Para aquel tiempo estábamos haciendo planes de boda. Mi novio era un católico muy comprometido y activo que rechazaba radicalmente a la Iglesia Adventista y que se incomodaba con solo oír hablar del sábado.
Un domingo de mañana mi novio vino a visitarme. Mientras yo me preparaba puse en sus manos un libro que había obtenido por medio de un amigo católico, titulado El Deseado de todas las gentes. Unos treinta minutos después regresé a la sala, donde él me esperaba. Me recibió con una amplia sonrisa y me dijo: «Gracias a este libro, en estos pocos minutos he entendido que el sábado es el día de reposo que debemos observar». ¡Gloria al Señor por aquel milagro!
En aquellos días de prueba, Dios utilizó a un pastor adventista amigo mío. Él nos recomendó que adelantáramos la fecha de la boda para celebrarla en un templo adventista cercano. Así lo hicimos, pero fue muy duro no contar con la presencia de nuestras familias. Recuerdo que: la esposa del pastor leyó un texto muy significativo: «Aunque mi padre y mi madre me dejen, con todo, Jehová me recogerá» (Salmo 27:10). Al escuchar aquellas palabras sentí un gran alivio.
Nos casamos el 4 de octubre de 1970. Mi esposo y yo encontramos abundante calor humano en los hermanos de la iglesia, así como apoyo para enfrentar con éxito los desafíos de la transición. Dos meses después, el 5 de diciembre, nacimos de nuevo mediante el bautismo, celebrado en un río de la localidad de Higüey en medio de un hermoso paisaje.
Nuestra primera labor misionera la llevamos a cabo con nuestras familias. Un año después, ocho de ellos ya nos acompañaban como hermanos de iglesia. Mientras escribo estas líneas más de treinta de nuestros familiares comparten la fe adventista, y seguimos orando por los demás. ¡Gracias, Señor!
Amiga mía, nuestro Dios nos habla de muchas maneras y no se aleja de nosotros en las dificultades. Mantente de él para que puedas escuchar su voz. Lee su Palabra  con el fin de descubrir sus propósitos y promesas. Sobre todo, permite que Dios te use para testificar ante tuyos y ante quienes te rodean.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Jacoba Payán

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