lunes, 16 de julio de 2012

ESCUCHE AL ESPÍRITU SANTO


«Por tanto os digo: Todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres, pero la blasfemia contra el Espíritu no les será perdonada» (Mateo 12:31).

El 27 de noviembre de 1983, el vuelo 11, que cubría la línea París-Madrid-Bogotá, se estrelló en los montes próximos al aeropuerto de la capital española. Uno de los primeros puntos en que fijan su atención los investigadores del accidente es la localización de las «cajas negras»; las cuales, por cierto, no son negras, sino de un color amarillo o naranja chillón para facilitar su identificación. Cuando las encontraron y pudieron reproducir las grabaciones en ellas contenidas, los investigadores hicieron un descubrimiento escalofriante. La cinta reveló que durante los minutos que precedieron al impacto, una voz sintética procedente del sistema de alarma automático del avión avisó repetidamente, en inglés, a la tripulación: «Arriba, arriba».  El piloto debió pensar que el sistema estaba averiado. La caja grabó su voz diciendo: «¡Cállate, gringo!». Luego, según parece, desconectó el sistema. Minutos más tarde, el avión se estrellaba contra la ladera de una montaña y 181 de los 190 ocupantes murieron.  Es una historia trágica, aunque una perfecta parábola para ejemplificar la manera en que muchas personas reaccionan ante los mensajes de advertencia que les envía su respectiva conciencia. Porque el Espíritu Santo nos habla a través de la conciencia.
Jesús prometió que después de regresar al ciclo enviaría al Espíritu Santo. «Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio» (Juan 16:8). ¿Cómo convence de pecado el Espíritu Santo? Por medio de la conciencia.
El Espíritu Santo habla a nuestra conciencia advirtiéndonos que pecamos.  Pero a muchos no les gusta sentirse culpables. No les gusta que les digan qué pueden o no pueden hacer. Tampoco les gusta que se los haga sentir culpables. Por tanto, sencillamente, hacen lo que hizo el piloto de Avianca: dejan de escuchar las advertencias.
El piloto pensó que él tenía razón y que el sistema de alarma estaba averiado. La voz del sistema de alarma se había diseñado para señalar su error y, así, pudo corregirlo. Esa es exactamente la función del Espíritu Santo. Sin embargo, el piloto no quería que lo corrigieran. Estaba convencido de que sabía cómo pilotar el avión. No había nadie que le dijera que iba de cabeza a la catástrofe.  Dios nos dio la conciencia para convencemos de nuestros pecados.
Asegúrese de que su conciencia está funcionando y está alerta, para que usted pueda escuchar la voz del Espíritu Santo.  Basado en Mateo 12: 31

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill

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