viernes, 20 de julio de 2012

CONFIAR Y OBEDECER


«Enséñame a hacer tu voluntad, porque tú eres mi Dios; tu buen espíritu me guíe a tierra de rectitud» (Salmo 143:10).

Actualmente, la palabra «obediencia» no pasa por sus mejores momentos. Casi se ha convertido en un concepto anticuado. Evidentemente, la palabra hace que la gente piense en la esclavitud y la opresión, en la violencia y el castigo. La gente del siglo XXI es tan autosuficiente que no tolera la idea de que nada ni nadie pueda ser dominado.
Cuando, hace cincuenta años, mi esposa y yo nos casamos, prometimos amarnos, queremos y obedecernos mutuamente el resto de nuestras vidas. Los votos tradicionales han cedido el paso a expresiones más poéticas. De modo que la palabra «obedecer» ya casi no se usa. Nadie quiere que lo obliguen a obedecer a nada ni a nadie; ni a la ley, ni al maestro, ni al predicador y aún menos al padre o a la madre. No obstante, si queremos ser capaces de dar nuestro mejor potencial, la obediencia es necesaria.
Un caza F-16 es un avión extraordinario con capacidades increíbles. No obstante, hay algo que el piloto exige por encima de las demás: que el aparato responda de manera total a su control. Si tuviera «voluntad propia», por destacable que ello pudiera parecer, no volaría mejor que el tope de una puerta. Del mismo modo, por más que estemos dotados de todos los dones posibles, la única manera de que Dios pueda hacer cosas extraordinarias e inauditas como «piloto» de nuestra vida es poniéndonos totalmente bajo su control. Si, vez tras vez, insistimos en tomar el control de nuestra vida en nuestras manos, descubriremos que no lo lograremos en absoluto; de manera que aquellos que estén dotados de menos talentos serán los elegidos para ocupar nuestro lugar. La obediencia os la llave de oro para una vida de alegría y de excelencia.
La obediencia es una actitud. Puede ser forzada o salir del corazón. Una persona puede mostrar una apariencia de obediencia y, en cambio, ser rebelde y traidora. Es posible que, a la vez que hacemos lo que se nos dice que tenemos que hacer, lo odiemos a cada minuto. Jesús no quiere esa clase de obediencia. Nuestra obediencia hacia él tiene que estar basada en el amor. Cuando nuestro amor proceda del corazón nos deleitaremos en hacer su voluntad. «Si me amáis, guardad mis mandamientos» (Juan 14:15). Obedezca al Señor con todo su corazón. Basado en Lucas 6:46

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill

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