jueves, 31 de enero de 2013

LA MENSAJERA PROFÉTICA ORA

Y hablaba Jehová a Moisés cara a cara, como habla cualquiera a su compañero. Éxodo 33:11.

[Oración ofrecida por Elena G. de White en el congreso de la Asociación General de 1903.]

Nuestro Padre celestial, venimos a ti esta mañana tal como somos, necesitados y totalmente dependientes de ti. Ayúdanos a tener un conocimiento claro de lo que debemos ser, y del carácter que debemos formar para poder estar preparados para unirnos con la familia celestial en la ciudad de nuestro Dios...
Oh, mi Padre, ¿cómo podemos proclamar tu bondad y tu misericordia y tu amor, a menos que los atesoremos en nuestros propios corazones y los revelemos en nuestra propia experiencia? Tú sabes cómo has presentado este asunto a tu sierva...
Aquí están tus ministros, cuya labor es la de proclamar la verdad de la Biblia, le pido que ellos puedan tener una clara comprensión de las responsabilidades que reposan sobre ellos como guardianes y pastores de tu rebaño... Permíteles entender su propia debilidad, y que la santificación del Espíritu llegue a ellos...
Aquí se encuentran los que llevan responsabilidades en nuestras instituciones. .. No han dado un buen ejemplo al mundo en sus negocios. No advirtieron que otros estaban analizándolos, para ver si estaban santificados por la verdad.
¡Oh, perdona nuestras transgresiones y perdona nuestros pecados! Muéstranos en qué hemos fallado. Permite que tu Espíritu Santo descienda sobre nosotros. El mundo está pereciendo en el pecado, y te pedimos que nos hagas conscientes de nuestra responsabilidad en esta reunión...
Tú has abierto ante mí estas cosas, y solo tú puedes preparar las mentes y los corazones para escuchar el mensaje de que, a menos que los que han dejado su primer amor vuelvan a reconocer la obra que debe efectuarse en sus corazones individuales, tú vendrás pronto y quitarás el candelera de este lugar...
Debemos ser reconvertidos, santificados y hechos idóneos para llevar el mensaje del Señor...
Mi Padre, rompe las barreras; que se hagan confesiones, de corazón a corazón, de hermano a hermano. Que el Espíritu de Dios entre; y tu bendito nombre tendrá toda la gloria. Amén. — General Conference Bulletin, 2 de abril de 1903.

Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White

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