domingo, 24 de febrero de 2013

ESCUCHAR CON EL CORAZÓN



El justo se fija en la casa del malvado, y ve cuando este acaba en la ruina. Quien cierra sus oídos al clamor del pobre, llorará también sin que nadie le responda. Proverbios 21:12-13.

Ser escuchados es una de las necesidades que todos buscamos satisfacer. Los estudiosos del comportamiento humano dicen que escuchar es un arte que puede aprenderse y cultivarse. Aseguran que la mayoría de la gente oye palabras pero no las llevan al nivel de la interpretación. Además, dicen que escuchar activamente implica utilizar el cuerpo, la mente y el espíritu, y pocos son los que están habituados a hacerlo, resulta demasiado agotador.
Cuando alguien es capaz de oír detenidamente a otro se produce un efecto envolvente, que genera intimidad y confianza, tanto al que escucha como al que es escuchado. En esta época en la que todos hablan y nadie escucha, qué importante resulta que desarrollemos este arte. Con frecuencia me encuentro con hijos que se quejan de que sus padres no los escuchan; el mismo reclamo se oye de labios de los esposos y las esposas, y hay algunos más que se atreven a decir que sienten que ni Dios los escucha.
Creo que es momento de escuchar más y hablar menos; a veces los sonidos de la vida nos lo impiden, y vivimos y hacemos que otros vivan un aislamiento emocional. Queremos gritar a viva voz lo que tenemos dentro, pero prestamos poca atención a lo que alguien más tiene que decir.
En este día podemos agradecer a nuestro Padre celestial, pues sus oídos están siempre atentos al clamor de sus hijos e hijas. El salmista, seguro de esto, exclamó: «Sepan que el Señor honra al que le es fiel; el Señor me escucha cuando lo llamo. |...] Muchos son los que dicen: "¿Quién puede mostrarnos algún bien?" ¡Haz, Señor, que sobre nosotros brille la luz de tu rostro!» (Sal. 4:3,6). No prestemos oídos sordos a su voz, pues es por medio de ella como conocemos su voluntad y encontramos dirección, consuelo y fortaleza.
Pidámosle también que nos haga oidoras empalicas y sensibles; que podamos, en la intimidad de una plática con nuestros hijos, esposos y amigos, dar consuelo, comprensión y afecto. Por eso, cuando alguien te pida que lo escuches, deja todo lo demás que estés haciendo, míralo a los ojos, guarda silencio, pronuncia breves palabras de ánimo, y entonces estarás escuchando con el corazón.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Aliento para cada día
Por Erna Alvarado

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