jueves, 21 de febrero de 2013

FE, TÍTULOS DE PROPIEDAD Y VASIJAS DE BARRO


Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa (Hebreos 11:11).

Fe es dar por hecho lo prometido. Hace muchísimos años, en Egipto, dos personas disputaban entre sí una propiedad. Para demostrar sus derechos ante el juez, la dueña legítima reunió los documentos y los envió al tribunal por medio de un siervo de confianza. Para que el mensajero transportara los documentos con seguridad, la dueña los puso en una vasija de barro. El siervo se detuvo en una posada para pernoctar, pero aquella noche se incendió el lugar. No sabemos qué fue del siervo, ni qué pasó con el reclamo de la dueña, pero los documentos que llevaba permanecieron en la vasija, sepultados bajo las arenas del desierto.
Pasaron casi dos mil años hasta que la pala de un arqueólogo descubrió la vasija. En su interior se hallaba la carta que la dueña había escrito al juez, en la que reclamaba su propiedad. Y en ese mismo recipiente estaba el título de propiedad, el documento legal que establecía su derecho.
Este incidente resulta de gran interés al estudiar la enseñanza del apóstol Pablo sobre la fe en su Carta a los Hebreos. Conocemos bien la descripción: «La fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve» (11:1). Pero sucede a veces que estas palabras son más conocidas que comprendidas. ¿Qué quiso decir el apóstol al afirmar que la fe es la seguridad de las cosas que se esperan? Aquí nos ayuda el descubrimiento arqueológico que se hizo en Egipto. Al presentar su reclamo, la dueña dijo que presentaba su hupostasis. ¿Pero qué adjuntaba? Su título de propiedad, es decir, la base, el fundamento de su reclamación. En Hebreos 11:1 la palabra traducida como «certeza» es, precisamente, la palabra hupostasis. Es decir, podríamos traducir el pensamiento de Hebreos 11:1 de este modo: «La fe es el fundamento de lo que se espera, la convicción de lo que no se puede ver».
Todos conocemos el valor y la importancia de los títulos de propiedad. Sin el título de propiedad de una casa o de un automóvil, cualquier persona tendría graves dificultades para demostrar que es su dueño. Pero con el título de propiedad, si es genuino, cesa toda la discusión porque el fundamento de la reclamación es sólido. ¿Tienes el título de propiedad de lo que Dios ha prometido?

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
¿Sabías que..? Relatos y anécdotas para jóvenes
Por Félix H. Cortez

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