sábado, 2 de febrero de 2013

¿QUÉ HEMOS SACRIFICADO POR EL CIELO?


Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas... Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Marcos 12:30, 31.

Vemos belleza, hermosura y gloria en Jesús. Contemplamos en él encantos incomparables. Él era la majestad del cielo... Los ángeles se postraban en adoración ante él y obedecían en seguida sus mandatos. Nuestro Salvador lo dejó todo. Depuso su gloria, su majestad y esplendor, y descendió a esta tierra y murió por una raza de rebeldes que transgredían los mandamientos de su Padre. Cristo condescendió a humillarse a sí mismo para salvar la raza caída. Tomó de la copa del sufrimiento y nos ofrece en su lugar la copa de la bendición. Sí, esa copa fue apurada por nosotros; y aunque muchos saben todo esto, deciden persistir en el pecado y la locura; y aun así Jesús los invita... Las verdades de la Palabra de Dios han de ser colocadas sobre nosotros, y hemos de aferramos a ellas. Si hacemos esto, tendrán una influencia santificadora en nuestra vida; nos harán idóneos para que podamos prepararnos para el reino de gloria, para que cuando se cierre nuestro tiempo de gracia, veamos al Rey en su gloria y moremos en su presencia para siempre.
La pregunta clave es: ¿Estamos dispuestos a hacer el sacrificio?... "Salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo; y yo os recibiré, y seré para vosotros por Padre, y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso" (2 Cor. 6:17,18). ¡Qué promesa!
¿Cree usted que al abrazar la verdad de Dios usted se está degradando?... La verdad siempre eleva al receptor... Trae pureza de carácter y pureza de vida y provee una aptitud para que podamos unirnos a la compañía celestial en el reino de gloria. Sin esta aptitud nunca podremos ver la morada celestial...
¿Requiere la verdad que uno tenga que sostenerse solo en su posición para servir a Dios, porque otros a su alrededor no están dispuestos a responder a las demandas que Cristo les hace? ¿Requiere separarse sentimentalmente de tales personas? Sí; y esta es la cruz que le toca llevar, lo que hace que muchos digan: No puedo ceder a las exigencias de la verdad. Pero Cristo dice: El que ama a padre, o madre, o hermana más que a mí, no es digno de mí... ¿Será este un sacrificio demasiado grande por Aquel que lo sacrificó todo por usted?.— Review andHemld, 19 de abril de 1870.

Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White

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