jueves, 21 de marzo de 2013

EL AMOR DE JESÚS VISTO EN LAS NUBES


Mi arco he puesto en las nubes, el cual será por señal del pacto entre mí y la tierra... y no habrá más diluvio de aguas para destruir toda carne. Génesis 9:13-15.

Hace algún tiempo, fuimos favorecidos al ver uno de los arcoíris más gloriosos que alguna vez hayamos contemplado. A menudo hemos visitado galerías de arte y hemos admirado la destreza demostrada por el artista que en sus pinturas representa el gran arco de la promesa de Dios...
Cuando contemplamos el arcoíris, sello y señal de la promesa de Dios para el hombre de que la tempestad de su ira no asolará más nuestro mundo con las aguas de un diluvio, deducimos que hay otros ojos que no son los finitos que están contemplando esta gloriosa escena. Los ángeles se regocijan viendo esta preciosa señal del amor de Dios para el hombre. El Redentor del mundo contempla ese arco, pues Cristo lo hizo aparecer en los cielos como una señal o pacto de promesa para el hombre. Dios mismo observa el arco en las nubes, y recuerda su pacto eterno entre él y el hombre.
Después de la terrible demostración del poder castigador de Dios, manifestado en la destrucción del mundo antiguo mediante el diluvio, Dios sabía que en los que se habían salvado de la destrucción se despertarían temores cada vez que se acumularan nubes, retumbaran los truenos y fulguraran los relámpagos; y que el sonido de la tempestad y el caer de las aguas de los cielos provocarían terror en sus corazones, por temor de que viniera otro diluvio sobre ellos...
La familia de Noé observó con admiración y temor reverente, mezclados con gozo, esa señal de la misericordia de Dios que atravesaba los cielos. El arco representa el amor de Cristo que rodea la tierra y llega hasta los cielos más elevados, poniendo en comunicación a los hombres con Dios y vinculando la tierra con el cielo.
Al contemplar el bello espectáculo, podemos regocijarnos en Dios, seguros de que él mismo está contemplando esa señal de su pacto, y que al hacerlo recuerda a sus hijos de la tierra, para quienes fue dada. El no desconoce las aflicciones de ellos, sus peligros y pruebas. Podemos regocijarnos esperanzados, pues el arcoíris del pacto de Dios está sobre nosotros. Nunca olvidará a los hijos a quienes cuida. Cuán difícil es que la mente finita del hombre entienda el amor peculiar y la ternura de Dios y su incomparable condescendencia cuando dijo: "Veré el arco en las nubes, y me acordaré de ti"— Review and Herald, 26 de febrero de 1880; parcialmente en Comentario bíblico adventista, tomo 1, p. 1105.

Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White

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