domingo, 3 de marzo de 2013

EL ENGAÑO DE LAS RIQUEZAS


Porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores. 1 Timoteo 6:10.

Muchos que profesan las verdades especiales para nuestro tiempo no tienen un discernimiento apropiado del carácter. No aprecian el valor moral. Pueden ufanarse mucho de su fidelidad a la causa de Dios y su conocimiento de las Escrituras, pero no son humildes de corazón. Tienen un aprecio especial por los que son ricos y prósperos, y olvidan que las riquezas no nos dan favor con Dios. La excelencia genuina del carácter es ignorada frecuentemente cuando la posee un pobre. El dinero ejerce una tremenda influencia. Pero, ¿le importa a Dios el dinero o las propiedades? Él es el dueño de los rebaños en miles de colinas, el mundo y todo lo que en él habita...
Dios les ha encomendado a sus mayordomos medios para utilizarse en hacer el bien, asegurando así un tesoro en el cielo. Pero si esconden sus medios como el hombre que tenía un solo talento, temiendo que Dios recibirá lo que le pertenece, no solo perderán la ganancia que le será otorgada finalmente al mayordomo fiel, sino también el capital que Dios les dio para que lo trabajaran...
El gran apóstol, en su carta a Timoteo, deseaba recalcar en la mente de este la necesidad de dar una instrucción tal que eliminara el engaño que se introduce tan fácilmente en los ricos: que debido a su habilidad para adquirir riquezas, son superiores en sabiduría y criterio a los que están en la pobreza, que las ganancias son [evidencia de] piedad...
Los individuos pueden dedicar toda su vida al objetivo de adquirir riquezas, pero al igual que no trajeron nada al mundo, no pueden llevarse nada... Han sacrificado principios nobles y elevados, han abandonado su fe por las riquezas, y si no están chasqueados en su objetivo, están chasqueados por la felicidad que se suponía que las riquezas traerían...
El apóstol muestra el único uso genuino de las riquezas, y le encarga a Timoteo que les encomiende a los ricos que hagan bien, que sean ricos en buenas obras, listos para distribuir, dispuestos a comunicar, porque al hacerlo están colocando un buen fundamento para sí mismos para el tiempo venidero —en referencia al cierre del tiempo— de manera que puedan aferrarse a la vida eterna... La piedad con contentamiento es una gran ganancia. He aquí el verdadero secreto de la felicidad y la prosperidad real del cuerpo y el alma.— Review and Herald, 4 de marzo de 1880.

Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White

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