martes, 12 de marzo de 2013

EL PLAN DE JUBILACIÓN ES HUMANO


Yo, Señor, en ti confío, y digo: «Tú eres mi Dios». Mi vida entera está en tus manos. Salmo 31:14-15

Los planes de jubilación son aprobados por los gobiernos para proveer descanso y solaz al que ha trabajado durante muchos años. Sin embargo, los expertos en la naturaleza humana aseguran que este tiempo suele ser, para muchos hombres y mujeres, sinónimo de improductividad y ocio enfermizo, que los puede llevar a experimentar prolongados episodios de depresión y un aumento de enfermedades físicas. Para quienes la rutina de un trabajo remunerado los mantenía en buenas condiciones físicas y emocionales, llegar al retiro significa a veces tener sentimientos de incapacidad.
La jubilación es un buen plan humano que permite a los mayores el merecido descanso, y así deberían disfrutarlo quienes viven esta etapa. Pero los que vivimos para alcanzar la vida eterna nunca hemos de llegar a la jubilación. La obra del Señor necesita obreros activos de todas las edades, especialmente aquellos que, cargados de experiencia, pueden ser guías para los que caminan detrás.
Las abuelas tenemos una misión que cumplir, y no consiste solamente en estar al cuidado de los nietos de vez en cuando. Las mujeres mayores tienen un gran ministerio que realizar, el cual trascenderá hasta el reino de los cielos. «A las ancianas, enséñales que sean reverentes en su conducta, y no calumniadoras ni adictas al mucho vino. Deben enseñar lo bueno y aconsejar a las jóvenes a amar a sus esposos y a sus hijos, a ser sensatas y puras, cuidadosas del hogar, bondadosas y sumisas a sus esposos, para que no se hable mal de la Palabra de Dios» (Tito 2:3-5).
Amiga, alégrate de la vida, ¡no importa cuántos años tengas! La viña del Señor te necesita y recibe obreras de corazón agradecido y mente dispuesta a servir. Los años cumplidos sobre esta tierra son tus herramientas de trabajo, lo que dará poder a tus palabras, pues estarán coronadas con la experiencia, y eso es privilegio de pocos. Renueva tu vocación de servicio cuando respondas nuevamente al llamado: «Aquí estoy Señor, envíame a mí».
Te exhorto a que aceptes el desafío. Sacúdete los «achaques» y, con nuevo poder, haz de tu jubilación una bendición. Reafírmate cada día como una mujer de Dios y, comprometida con él, asume tu responsabilidad como transmisora de los valores que te han sostenido en tu experiencia cristiana.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Aliento para cada día
Por Erna Alvarado

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