martes, 19 de marzo de 2013

LA TEMPERANCIA CRISTIANA


Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. Romanos 12:1.

Estamos viviendo en una era de intemperancia. La salud y la vida son sacrificadas por muchísimos para gratificar su apetito por indulgencias dañinas. Estos últimos días están caracterizados por una moral depreciada y por debilidad física, como consecuencia de estas indulgencias y la indisposición general a ocuparse en la labor física. Muchos están sufriendo de inacción y hábitos equivocados hoy día...
Cuando practicamos un régimen de comida y bebida que disminuye el vigor mental y físico, o somos hechos presa de hábitos que tienden hacia ese resultado, deshonramos a Dios porque le robamos el servicio que él exige de nosotros. Los que adquieren y fomentan el apetito artificial por el tabaco, lo hacen a expensas de la salud. Están destruyendo energía nerviosa, cercenando fuerza vital y sacrificando fortaleza mental.
Los que profesan ser seguidores de Cristo y tienen este terrible pecado en la puerta, no pueden tener una elevada apreciación de la expiación y una alta estima de las cosas eternas. Las mentes que están ofuscadas y parcialmente paralizadas por sustancias malsanas, son vencidas fácilmente por la tentación y no pueden gozar de la comunión con Dios.
Los que usan tabaco pueden apelar muy pobremente a los ebrios por el licor. Dos tercios de los borrachos en nuestro país crearon un apetito por el licor por el uso del tabaco. Quienes aseguran que el tabaco no les hace daño pueden convencerse de su error cuando se abstienen del vicio por unos pocos días; los nervios temblorosos, la cabeza mareada, la irritabilidad que sienten, les demostrarán que esta indulgencia pecaminosa los ha atado a la esclavitud. Ha vencido el poder de la voluntad...
De esta manera se están malgastando medios que ayudarían en la buena obra de vestir al desnudo, alimentar al hambriento y enviar la verdad a las pobres almas sin Cristo. ¡Qué registro aparecerá cuando se cierren las cuentas de la vida en el libro de Dios! ¡Entonces se mostrará que se han gastado vastas sumas de dinero en tabaco y licores! ¿Para qué? ¿Para asegurar la salud y prolongar la vida? ¡Oh, no! ¿Para contribuir a la perfección del carácter cristiano y la aptitud para vivir en la compañía de los ángeles santos? ¡Oh, no! Sino para servir a un apetito depravado y antinatural por aquello que envenena y mata no solo a sus usuarios, sino también a quienes les transmiten su legado de enfermedad e imbecilidad.— Signs of the Times, 6 de enero, 1876; parcialmente en La temperancia, p. 57.

Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White

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