miércoles, 10 de abril de 2013

MÁS VALIOSA QUE EL CRISTAL DE MURANO

Interroga a los animales, y ellos te darán una lección; pregunta a las aves del cielo, y ellas te lo contarán; habla con la tierra, y ella te enseñará; con los peces del mar, y te lo harán saber. ¿Quién de todos ellos no sabe que la mano del Señor ha hecho todo esto? En sus manos está la vida de todo ser vivo, y el hálito que anima a todo ser humano. Job 12:7-10.

Murano es una conocida isla de Italia que visitan millones de turistas cada año. Es considerada el centro de la industria mundial del cristal. Allí se elaboran las más bellas y costosas piezas de cristal. Casi me atrevo a asegurar que quien visita ese lugar no puede dejar de llevar consigo un recuerdo elaborado en vidrio, pues queda impresionada por la maestría de los artesanos y la belleza de cada pieza.
El museo del cristal de Venecia tiene una cantidad impresionante de piezas de cristal, históricas y también contemporáneas, todas fabricadas en Murano. Al hacer un recorrido por el taller, el visitante queda impresionado al ver cómo grandes burbujas de cristal, con únicamente el soplo caliente que el artesano les aplica, quedan transformadas en una obra de arte. Muchas de las joyas fabricadas allí alcanzan precios que rayan en la extravagancia.
Esto me hace pensar en lo que éramos al principio. Apenas un montón de arcilla que tomó forma y se transformó en alguien especial al recibir el soplo del aliento de Dios. No podemos gloriarnos de lo que somos, pero alabemos a Dios por cómo nos hizo. Él es el gran Artesano que supo darnos la forma exacta.
El Señor no solamente nos dio la vida al tocarnos con su aliento, sino que también nos dotó de cualidades excepcionales y extraordinarias que nos dan valor; tanto, que el cielo pagó un precio exorbitante por cada uno de los seres humanos. ¡Nada menos que la vida del Hijo de Dios! El salmista, impresionado ante esta maravillosa verdad, se preguntaba: «¿Qué es el hombre, para que en él pienses? ¿Qué es el ser humano, para que lo tomes en cuenta? Pues lo hiciste poco menos que un dios, y lo coronaste de gloria y de honra: lo entronizaste sobre la obra de tus manos, todo lo sometiste a su dominio» (Sal. 8:4-6).
Amiga, al comenzar este día, pon en tu mente y en tu corazón gratitud y satisfacción por lo importante que eres para Dios. Así te sentirás valiosa y verás a los demás de igual.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Aliento para cada día
Por Erna Alvarado

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