miércoles, 10 de abril de 2013

EL HOMBRE RICO

La heredad de un hombre rico había producido mucho, Y él pensaba dentro de sí, diciendo: ¿Qué haré, porque no tengo dónde guardar mis frutos? Lucas 12:16,17.

Este hombre lo había recibido todo de Dios. El sol había brillado sobre sus propiedades, porque sus rayos caen sobre el justo y el injusto. Las lluvias del cielo descienden sobre el malo y el bueno. El Señor había hecho que la vegetación prosperara, los campos produjeran abundantemente. El hombre rico estaba perplejo porque no sabía qué hacer con sus productos. Se consideraba favorecido sobre otros, y él mismo se tomaba el crédito por su sabiduría. Tenía grandes riquezas, y no se reprochaba a sí mismo por los pecados de los que muchos eran culpables. No había obtenido sus bienes a través del juego, ni al tomar ventaja del infortunio de otro que le tocara pasar por un bochorno en las finanzas y se viera obligado a vender sus bienes con pérdida; sino que había obtenido su riqueza a través de la providencia de Dios, quien causó que sus tierras rindieran abundantemente. Pero el hombre reveló su egoísmo y manifestó aquello que antes no sospechaba que existiera en su carácter.
No pensó en Dios, el gran Dador de todas sus bendiciones. No consideró que debía darle cuenta a Dios... Si hubiera amado y temido a Dios, habría ofrecido acción de gracias y se habría postrado ante Dios para pedirle: "Muéstrame cómo utilizar estos bienes"...
Cuántos hambrientos habrían sido alimentados, cuántos desnudos habrían sido vestidos, cuántos corazones habrían sido alegrados, cuántas oraciones por alimentos y ropas habrían sido contestadas. El Señor había oído las oraciones de los necesitados, y en su bondad había hecho provisión para el pobre por medio de las bendiciones conferidas al hombre rico. Pero el hombre que se había enriquecido súbitamente cerró su corazón al clamor del necesitado, y en vez de disponer de su sobreabundancia de bienes para suplir sus necesidades, dijo a sus siervos: "Esto haré; derribaré mis graneros, y los edificaré mayores, y allí juntaré todos mis frutos y mis bienes; y diré a mi alma: Alma, muchos bienes tienes guardados para muchos años; repósate, come, bebe, regocíjate"... Dios le con testó: "Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma".— Review and Herald, 19 de junio de 1894; parcialmente en Palabras de vida del gran Maestro, pp. 201, 202.

Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White

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