miércoles, 17 de abril de 2013

MIRA LAS ESTRELLAS

Consideré entonces la sabiduría, la necedad y la insensatez [...], y pude observar que hay más provecho en la sabiduría que en la insensatez, así como hay más provecho en la luz que en las tinieblas. El sabio tiene los ojos bien puestos, pero el necio anda a oscuras. Eclesiastés 2:12-14.

La Vía Láctea es una belleza natural que podemos observar parcialmente cuando levantamos los ojos al cielo. Su nombre, «camino de leche», proviene de la mitología griega, que se inspiró en el parecido que tiene esta galaxia con la leche derramada de una mujer que acaba de ser madre. También es conocida como «camino al cielo», pues atraviesa el firmamento de lado a lado agrupando a millones de estrellas.
El profeta Isaías, seguramente impresionado por este espectáculo nocturno, exclamó: «Alcen los ojos y miren a los cielos: ¿Quién ha creado todo esto? El que ordena la multitud de estrellas una por una, y llama a cada una por su nombre. ¡Es tan grande su poder, y tan poderosa su fuerza, que no falta ninguna de ellas!» (Isa. 40:26).
Me resulta verdaderamente impresionante y conmovedor saber que Dios, aun a las estrellas, conoce por su nombre, y que se da cuenta si una de ellas falta. ¡Verdaderamente grandioso! Si Dios extiende las estrellas y los astros sobre el firmamento, ¿debiéramos dudar del amor y el cuidado que prometió a sus criaturas?
Dios se ocupa de todos los seres humanos del mundo y desea darnos atención personalizada. No nos ve como un puñado de seres que vagan a su suerte por este planeta. Nuestro Padre celestial nunca se olvida de ninguno de sus hijos y tampoco presta atención preferencial a unas personas en detrimento de otras. Dios no hace acepción de personas, sino que a cada una concede una consideración especial.
En el vasto universo, «el Señor conoce a los suyos» (2 Tim. 2:19). Tú y yo somos sus hijas, y muy pronto seremos llamadas para formar parte de su gran familia. No importa dónde te encuentres, ni cómo te encuentres, él tiene contados aun los cabellos de tu cabeza (Luc. 12:7).
Por eso, en este amanecer, levanta tus ojos al cielo, mira las estrellas, y siéntete profundamente amada por tu Creador.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Aliento para cada día
Por Erna Alvarado

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