martes, 7 de mayo de 2013

¿ALGUIEN SABE DÓNDE QUEDÓ MI MANO?

No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente. Así podrán comprobar cuál es la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta (Romanos 12:2).

Según dicen los neurólogos, existe en nuestro cerebro un mapa de nuestro cuerpo. El cerebro procesa la información procedente de los estímulos de cada uno de los diversos lugares de la superficie de nuestro cuerpo, digamos una mano, un pie o los labios, en una región distinta para cada uno de ellos. Wilder Penfield desarrolló en la década de los cincuenta y los sesenta un mapa que identifica las regiones del cerebro que están vinculadas con cada una de las partes del cuerpo.
Hasta tiempos recientes, los neurólogos habían sostenido de forma dogmática que el circuito interno de nuestro cerebro no puede ser modificado una vez que queda establecido durante el desarrollo fetal o muy temprano en la vida del bebé. Es decir, de acuerdo con esta idea, el mapa del cerebro no puede cambiar. Los científicos han empezado a encontrar evidencias, sin embargo, de que realmente el cerebro adulto puede desarrollar nuevos sistemas de conexiones; es decir, puede cambiar.
Tom es un ejemplo de este fenómeno. El doctor Ramachandran lo había invitado a su laboratorio para realizar unos experimentos. Tom habla perdido un brazo en un accidente, sin embargo, sentía comezón en la extremidad fantasma. Ramachandran le vendó los ojos y empezó a tocar diferentes partes de su cuerpo con un bastoncillo de algodón preguntándole qué sentía y dónde. Cuando Ramachandran le tocó la mejilla algo curioso ocurrió. Tom le dijo que sentía que le tocaban la mejilla pero que al mismo tiempo le estaban tocando el pulgar del brazo amputado. Cuando tocó los labios, Tom dijo que también sentía que tocaban el dedo índice del brazo amputado. ¡ Y así fueron descubriendo la mano amputada de Tom en la mejilla! ¡Tom estaba emocionado porque ahora sabía donde rascar para calmar la comezón de su brazo fantasma!
Todo esto indica que nuestro cerebro sí puede cambiar. Esto quiere decir que no todo fue establecido cuando nacimos. No sé si alguna vez has sentido la necesidad de que cambie la forma en que miras la vida, enfrentas los problemas o te relacionas con los demás. Si Dios le dio la capacidad a nuestro cerebro para cambiar, imagínate los milagros que puede realizar en tu favor si le pides que cambie o transforme tu forma de pensar. ¿Por qué no le pides a Dios que empiece a realizar ese milagro hoy? Tiene poder para hacerlo.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
¿Sabías que..? Relatos y anécdotas para jóvenes
Por Félix H. Cortez

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