jueves, 23 de mayo de 2013

LA CIENCIA Y LA EVOLUCIÓN

Dice el necio en su corazón: No hay Dios. Salmo 14:1.

Hay personas que creen haber realizado descubrimientos admirables en el campo de la ciencia. Citan las opiniones de eruditos como si los consideraran infalibles y enseñan las deducciones de la ciencia como si fueran verdades incontrovertibles; y la Palabra de Dios, que fue dada para servir de lámpara a los pies del viajero cansado, es considerada como una falsedad al ser juzgada por esas normas. Las investigaciones científicas que estos hombres han realizado han demostrado ser una trampa para ellos. Han nublado sus mentes y los han transformado en escépticos. Tienen una noción de poder, y en lugar de mirar hacia la Fuente de toda sabiduría, se felicitan por el conocimiento superficial que pueden haber obtenido. Han exaltado su propia sabiduría humana en oposición a la sabiduría del Dios grande y poderoso, y se han atrevido a entrar en controversia con él. La Palabra inspirada los llama "necios".
Dios ha permitido que una abundante luz fuera derramada sobre el mundo en forma de descubrimientos en los campos de la ciencia y del arte; pero cuando los que profesan ser hombres de ciencia hablan y escriben acerca de estos temas desde un punto de vista meramente humano, con toda seguridad llegarán a conclusiones equivocadas. Si las mentes más destacadas no se dejan guiar por la Palabra de Dios en sus investigaciones, quedarán perplejas en sus esfuerzos por averiguar la relación que existe entre la ciencia y la revelación. El Creador y sus obras están más allá de su comprensión, y puesto que no lo pueden explicar a la luz de las leyes naturales, consideran que el relato bíblico no es digno de confianza. Los que dudan acerca de la veracidad de los registros del Antiguo Testamento y del Nuevo, serán inducidos a dar un paso más y dudar de la existencia de Dios; entonces, habiéndose soltado de su ancla, quedan a la deriva para estrellarse contra las rocas de la infidelidad. Moisés escribió bajo al dirección del Espíritu de Dios, y una teoría geológica correcta nunca hablará de descubrimientos que no puedan ser reconciliados con sus declaraciones. Una idea que sirve de tropiezo a muchos, es la que sostiene que Dios no creó la materia cuando llamó al mundo a la existencia; esta pretensión limita el poder del Santo de Israel.
Muchos, al darse cuenta de su incapacidad para medir al Creador y su obra mediante su propio conocimiento imperfecto de la ciencia, dudan de la existencia de Dios y le atribuyen a la naturaleza un poder infinito... La Biblia no debería probarse según las ideas humanas de la ciencia, sino que la ciencia debería ponerse a prueba mediante esta norma inequívoca. — Signs of the Times, 13 de marzo de 1884; parcialmente en Exaltada Jesús, p. 54.

Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White

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