miércoles, 29 de mayo de 2013

SEPÁRENSE DEL MUNDO

Cada día muero. 1 Corintios 15:31.

Los que profesan el nombre de Cristo han de representar a Cristo como su modelo y ejemplo. Han de revelar ante otros la verdad en su pureza y hacerles saber los privilegios y responsabilidades de la vida cristiana; los profesos seguidores de Cristo pueden hacer esto únicamente si conforman su carácter a los principios sagrados de la verdad. Nadie que profese ser hijo de Dios debe traicionar los legados sagrados. No debe borrarse la línea de demarcación entre los cristianos y el mundo. No debe traerse la verdad a un nivel bajo, común, porque esto deshonrará a Dios, quien ha hecho un sacrificio infinito en el don de su Hijo por los pecados del mundo...
Muchos que aseguran ser los hijos de Dios no parecen entender que el corazón debe ser regenerado, porque sus prácticas ignoran las palabras y obras de Cristo. Por sus acciones dicen claramente: "Es mi privilegio actuar como siento que debo actuar. Si no lo hiciera, sería totalmente miserable". Este es el tipo de religión que abunda en el mundo, pero no lleva el endoso del cielo...
Ni la susodicha ciencia, el razonamiento humano o la poesía pueden ser presentados con la misma autoridad que la revelación; pero el propósito estudiado de Satanás es exaltar las máximas humanas, las tradiciones y las invenciones hasta el mismo plano de autoridad de la Palabra de Dios, y habiendo logrado esto, exaltar las palabras humanas hasta la supremacía...
No hay seguridad para ninguno de nosotros a menos que recibamos diariamente una nueva experiencia al contemplar a Jesús, el Autor y Consumador de nuestra fe. Día tras día hemos de contemplarlo y ser cambiados a su imagen. Hemos de representar los atributos divinos y seguir las huellas de Jesús cueste lo que nos cueste. Hemos de colocarnos bajo la conducción divina, consultando la Palabra de Dios e inquiriendo diariamente: ¿Es este el camino del Señor?... No se inmortalizará ninguna deficiencia de carácter que desfigure el cielo con su imperfección...
Una profesión de fe no tiene valor a menos que el alma se aferré a los principios y se apropie y absorba el rico alimento de la verdad, y así se convierta en partícipe de la naturaleza divina.— Review and Herald, 20 de noviembre de 1894.

Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White

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