jueves, 20 de junio de 2013

COMO RAÍZ DE TIERRA SECA

Subirá... como raíz de tierra seca; no hay parecer en él, ni hermosura; le veremos, mas sin atractivo para que le deseemos. Isaías 53:2.

La gente de los días de Jesús no podía ver la gloria del Hijo de Dios bajo el disfraz de la humildad. Fue "despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto" (Isa. 53:3). Para ellos él era como una raíz arrancada de tierra seca, sin forma ni atractivo para que lo desearan...
Cristo alcanzaba a las personas donde estaban. Presentaba la verdad sencilla a su mente con el lenguaje más vigoroso y simple. Los pobres humildes, los menos educados, podían comprender por la fe en él las verdades más elevadas de Dios. Nadie tenía que consultar a los eruditos doctores para entender su significado. No dejaba perplejos a los ignorantes con referencias misteriosas ni empleaba palabras poco comunes e intelectuales que no conocían. El mayor Maestro que el mundo ha conocido era el más definido, sencillo y práctico en sus instrucciones...
En tanto que los sacerdotes y rabinos se ufanaban de su capacidad para enseñarle al pueblo y para enfrentar al Hijo de Dios en su exposición de la doctrina, este los acusaba de ignorar las Escrituras y el poder de Dios. No es la educación de las personas más destacadas del mundo lo que abre los misterios del plan de redención. Los sacerdotes y rabinos habían estudiado las profecías, pero no habían podido descubrir las preciosas pruebas del advenimiento del Mesías, de la forma de su venida, de su misión y carácter. Los que pretendían ser dignos de confianza por causa de su sabiduría, no percibían que Cristo era el Príncipe de la vida.
Los rabinos contemplaban con sospecha y desprecio todo lo que no llevaba la apariencia de la sabiduría humana, la exaltación nacional y la exclusión religiosa; pero la misión de Jesús era oponerse a estos mismos males, corregir estas opiniones erróneas y obrar una reforma en la fe y la moral. Atrajo la atención hacia la pureza de la vida, la humildad de espíritu y a la devoción a Dios y a su causa sin la esperanza de honor mundanal o su recompensa...
Se regocijaba en espíritu al contemplar a los pobres de este mundo que aceptaban ansiosamente el precioso mensaje que él traía. Alzaba la vista al cielo y decía: "Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y de los entendidos, y las revelaste a los niños" (Mat. 11:25).— Review and Hemld, 3 de agosto de 1911.

Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White

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