domingo, 2 de junio de 2013

ENEMISTAD CON LA SERPIENTE, DON DE DIOS

Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; esta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar. Génesis 3:15.

En esta primera profecía de las Escrituras, se encuentra una alusión a la redención. Aunque era parte de la frase dirigida a la serpiente, fue proclamada a oídos de nuestros primeros padres, por lo tanto debe considerarse una promesa. Aunque anuncia una guerra entre Satanás y la humanidad, declara que el poder del gran adversario un día será quebrantado.

Adán y Eva estuvieron como criminales delante de su Dios, esperando la sentencia que les había acarreado la transgresión. Pero antes de que oyeran de los espinos y los cardos, el dolor y la angustia que sufrirían y el polvo al cual debían volver, escucharon palabras que debían inspirarles esperanza. Aunque debían sufrir por el poder de su adversario, podían mirar hacia adelante a la victoria final.

Dios declara: "Pondré enemistad". Esa enemistad es puesta sobrenatural -mente y no se mantiene naturalmente. Cuando el hombre pecó, su naturaleza se tornó mala, y estaba en armonía, no en oposición, con Satanás. El encumbrado usurpador, habiendo tenido éxito en seducir a nuestros primeros padres como sedujo a los ángeles, contó con asegurarse su alianza y cooperación en todas sus empresas contra el gobierno del cielo. No había enemistad entre él y los ángeles caídos. Aunque existiera alguna discordia entre ellos, todos estaban unidos como por cintas de acero en su oposición y odio hacia Dios. Pero cuando Satanás oyó que la simiente de la mujer heriría la cabeza de la serpiente, supo que aunque había tenido éxito en depravar la naturaleza humana y asimilarla a su propia naturaleza, sin embargo, por algún proceso misterioso, Dios restauraría al hombre su poder perdido y lo capacitaría para resistir y vencer a su vencedor.

La gracia que Cristo implanta en el alma es la que crea la enemistad contra Satanás. Sin esa gracia, el hombre continuaría como cautivo de Satanás, como siervo siempre dispuesto a sus órdenes. El nuevo principio en el alma crea conflicto donde antes había paz. El poder que imparte Cristo capacita al hombre para resistir al tirano y usurpador. Siempre que se vea a un hombre que aborrece el pecado en vez de amarlo, cuando resiste y vence esas pasiones que lo habían regido interiormente, allí se ve la operación de un principio enteramente de lo alto.— Review and Hemld, 18 de julio de 1882; parcialmente en A fin de conocerle, p. 18.

Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White


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