lunes, 19 de agosto de 2013

DISCULPAR NO ES PERDONAR

Cristo es nuestra paz: de los dos pueblos ha hecho uno solo, derribando mediante su sacrificio el muro de enemistad que nos separaba (Efesios 2:14).

El teólogo escocés Hugh Ross Mackintosh definió una vez el perdón de la siguiente manera:
“Es un proceso activo de la mente y del temperamento de alguien lastimado, por medio del cual anula un daño moral para hermanarse con el que lo ha lastimado, restableciendo la libertad y la alegría de la amistad”. ¿No te parece admirable? El perdón hace posible que exista hermandad donde había enemistad y gozo donde había dolor. Cuando éramos esclavos del odio y el resentimiento, el perdón hizo posible la existencia de la confianza y el amor.
¿Cuál es la clave de la reconciliación? De acuerdo con Mackintosh, la clave está en la anulación del “daño moral”. Esto es muy importante, porque el daño que nos han hecho se convierte en un obstáculo real entre nosotros y quienes nos lastimaron. Cuando alguien nos ha herido injusta y profundamente, ese acto se convierte en una “pared intermedia de separación” que nos impide tratarnos como hermanos, porque la confianza o el amor fueron traicionados. Esta separación es natural y apropiada porque nos protege de sufrir más injusticias.
Por eso, disculpar a otros no es perdonarlos, sino todo lo contrario. Cuando disculpas a alguien niegas que hubiera un daño y por tanto no es necesario perdonar. Si deseas realmente destruir la “pared intermedia de separación”, primero debes reconocer que existe.
No me refiero aquí a ser muy sensibles. No debemos dar importancia a asuntos triviales.
Sin embargo, sí debemos reconocer las heridas profundas. Pero no podemos quedarnos allí. Tenemos que renunciar a la venganza y, mediante los lentes prodigiosos de la gracia, perdonar a nuestros enemigos por el mal que nos hicieron.
Cuando pecamos contra Dios, él no disculpó nuestro pecado. Reconoció plenamente su gravedad. Pero no se quedó allí. También retiró el “daño moral” que habíamos infligido, satisfizo los requerimientos de la justicia. Por medio de Jesús, Dios derribó la “pared intermedia de separación” e hizo posible la reconciliación entre nosotros y el cielo.
¿Existe un “problema moral” que te separa de Dios? Te invito a confesarle tus pecados y aceptar el medio que ha provisto en Cristo para reconciliarnos con él. Dios no te disculpa.
Te perdona. No tienes que fingir o esconderte. Únicamente acepta su mano extendida en busca de tu amistad.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
¿Sabías que..? Relatos y anécdotas para jóvenes
Por Félix H. Cortez

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