miércoles, 14 de agosto de 2013

POR PALABRAS Y POR EJEMPLO

Y gran multitud del pueblo le oía de buena gana. Marcos 12:37.

Cristo no pasaba por alto a ningún ser humano como miserable o desesperado, sino que buscaba aplicar el remedio salvífico a cada alma que necesitaba de ayuda. Doquiera se encontraba, tenía una lección apropiada para el momento y la circunstancia. Deseaba infundir esperanza a los más rudos y menos prometedores, y colocaba ante ellos la idea de que podían llegar a ser puros e inofensivos, y adquirir un carácter que fuera semejante al de Cristo.
Podían ser los hijos de Dios y brillar como luces en el mundo aunque hubiesen vivido entre gente mala. Por esta razón muchos lo escuchaban de buena gana.
Desde su misma niñez obraba a favor de otros, y dejaba brillar su luz entre las tinieblas morales del mundo. Al llevar cargas en su vida hogareña y al laborar en terrenos más públicos, mostraba a todos lo que es el carácter de Dios. El apoyaba todo lo que tuviera influencia sobre los intereses reales de la vida, pero no animaba a los jóvenes a soñar en lo que el futuro podría ser. Les enseñaba, por sus palabras y ejemplo, que el futuro era decidido por la manera en que utilizaban el presente. Nuestro destino es marcado por nuestro propio curso de acción. Quienes aprecian lo que es correcto, quienes cumplen el plan de Dios aunque sea en una esfera estrecha de acción, y quienes hacen lo correcto porque es correcto, encontrarán campos más amplios de utilidad…
Es nuestro privilegio jugar un papel en la obra y la misión de Cristo. Podemos ser colaboradores suyos. En cualquier trabajo que se nos pida desempeñar, podemos trabajar con Cristo. Él está haciendo todo lo que puede hacer para libertarnos; para lograr que nuestras vidas -que parecen tan ajetreadas y estrechas- se extiendan para bendecir y ayudar a otros. Él quiere que entendamos que somos responsables por hacer el bien, y que advirtamos que si descuidamos nuestra obra estamos acarreándonos pérdida…
Jesús llevaba la carga de la salvación de la familia humana sobre su corazón.
Sabía que a menos que los hombres y las mujeres lo recibieran y fueran cambiados en su propósito y en su vida, se verían eternamente perdidos. Esta era la carga de su alma, y él estaba solo al llevarla. Nadie sabía cuán agobiante era el peso que anidaba en su corazón. Pero desde su juventud estaba lleno de un profundo anhelo de ser una lámpara en el mundo, y él determinó que su vida fuera “la luz del mundo”. Él era esto, y esa luz todavía brilla para todos los que están en oscuridad. Caminemos en la luz que nos ha dado —Youth’s Instructor, 2 de enero de 1896.

Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White

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