sábado, 10 de agosto de 2013

¿QUÉ OPINIÓN TIENES DE TI MISMA?

Marcharé al frente de ti, y allanaré las montañas; haré pedazos las puertas de bronce y cortaré los cerrojos de hierro. Te daré los tesoros de las tinieblas, y las riquezas guardadas en lugares secretos. Isaías 45: 2-3

La conversación que sostuve con ella duró más o menos una hora, y durante todo ese tiempo el tenor de la charla fue el mismo. Muchas veces la escuché decir: «Soy una tonta», «Yo tengo la culpa». «Todo me sale mal». Confieso que fue agotador.
 Intenté de muchas maneras refutar las expresiones descalificadoras que profería de ella misma, pero no lo conseguí. Traté de que se juzgara con menos dureza, pero Fue imposible. Me despedí de aquella dama con la seguridad de que no estaba en condición de cambiar la manera en que se percibía a sí misma. Me pareció que la posición de víctima le resultaba cómoda, pues podría culpar a medio mundo de sus fracasos, sin hacerse responsable de ellos. Aunque era una mujer físicamente atractiva, intelectualmente preparada y que gozaba de una buena posición social, tenía una pésima opinión de su persona.
De la valoración que hagamos de nosotras mismas dependerá la consideración que los demás nos extiendan. La persona que se considera de poco valor será tratada a la ligera. Pero quien sea consciente de su valor y de sus capacidades, se tendrá en alta estima y también lo expresará a otros.
Esa opinión acerca de uno mismo comienza a formarse durante las primeras etapas de la vida, y a veces la adquirimos de nuestros padres, hermanos, maestros, amigos, y más tarde de las personas que poco a poco aparecen en nuestras vidas. Hay algunas jóvenes que son apoyadas emocionalmente, son amadas y valoradas, y eso las ayuda a desarrollar personalidades saludables. Por el contrario, las que viven en contacto con personas hostiles, tendrán carencias emocionales que bien podrían marcar sus vidas.
Afortunadamente, las consecuencias de haber vivido en un medio hostil se pueden revertir al poner a prueba nuestras capacidades, aceptando retos y sobre todo al entregar nuestras vidas en manos de Dios. Nadie que haya entregado su vida a la dirección divina, estará determinado al fracaso. Él nos hizo para lo bueno y lo superior.
Querida hermana, ¡aférrate hoy al Señor con la certeza de que Dios pagó por ti un precio elevadísimo!

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Aliento para cada día
Por Erna Alvarado

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