domingo, 17 de febrero de 2013

LA SAL DA SED


Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve insípida, ¿cómo recobrará su sabor? Ya no sirve para nada, sino para que la gente la deseche y la pisotee. Mateo 5:13

En uno de sus discursos magistrales, Jesucristo pronunció las magníficas palabras del versículo de hoy: «Ustedes son la sal de la tierra, pero si la sal se vuelve insípida, ¿cómo recobrará su sabor? Ya no sirve para nada, sino para que la gente la deseche y la pisotee». ¡Cuántas lecciones extraordinarias hay en esta declaración! Sobre todo si pensamos en las propiedades de la sal.
La sal es un mineral de bajo costo que posee propiedades conservantes, y resulta vital a la hora de sazonar los alimentos. Las amas de casa sabemos esto, y con toda razón podemos asegurar que un guiso sin sal pierde toda su exquisitez. Pero también sabemos que si consumimos un alimento rico en sal, nos provocará una sed intensa y nos impulsará a beber agua.
El Señor nos dice hoy: «Ustedes son la sal». Es decir, somos las que debemos dar sabor a la vida por medio de nuestro testimonio, las que debemos preservar los valores, y esto tiene que ser con tanta intensidad que provoque, en toda persona que nos observa, sed del evangelio. Porque si nosotras no nos hacemos cargo, ¿quién lo hará?
Provoquemos sed de Dios a las mujeres que nos observan, ¡empujémoslas a beber de la fuente de agua de vida! Eso será posible si mostramos la exquisitez de gozar intensamente el compañerismo con Jesús.
Hay tantas mujeres que desprecian la vida... Viven existencias insípidas y vagan buscando dirección por rutas equivocadas. Atrapadas en el desierto de una vida sin sentido languidecen sin que nadie les provea el agua de vida. Te aseguro que muchas anhelan sentir la presencia de quien puede calmar toda tormenta formada en la existencia humana. Sé tú, pues, un oasis en el desierto para ellas; acércales el evangelio y guíalas a los pies del Salvador.
Qué maravilloso es el Señor, que nos ha dado a nosotras el ministerio de salvación. Tú y yo somos llamadas a ser la sal de la tierra, mujeres que mostremos el sabor que tiene la vida con nuestras actitudes y nuestro testimonio. Mujeres que inspiremos amor, comprensión y abnegación cada vez que hablemos; mujeres que, a pesar de lo que pase, jamás perderán su sabor.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Aliento para cada día
Por Erna Alvarado

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