jueves, 7 de enero de 2016

EL PECADO NUNCA ES PEQUEÑO

Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro. Romanos 6:23.

Parecía algo tan pequeño comer un fruto. Y además, ¡el fruto era rico!
¿Por qué tendrían que morir Adán y Eva? Al principio pensaron que Dios justificaría su pecado. Pero, cuanto más pensaban en lo que habían hecho, más se daban cuenta de que el pecado nunca es pequeño. Descubramos por qué.
Todo el universo de Dios está sujeto a leyes. ¿Te imaginas qué terrible confusión se produciría si no fuera así? Plantarías unas semillas de sandía, esperando comer algo dulce y jugoso, y en lugar de sandía ¡crezca espinaca! “¡Puaj!”, dirías. “No es lo que tenía pensaba”. Afortunadamente, la ley de la cosecha dice que cuando plantas sandía, crecerá sandía.
El sol aparece cada mañana en el Este. Esta es una ley física que Dios estableció para nuestro sistema solar. Supon que no hubiera dictado ninguna ley para esto, y alguna mañana apareciera de repente por el Norte. ¡Sorpresa! Luego imagina que en lugar de ser colocado en el Este, girara lentamente formando un gran ocho y se perdiera de la vista al regresar al lugar de donde salió, únicamente para, de pronto, aparecer de nuevo a la medianoche. Las personas se volverían locas o se asustarían tanto que sus rodillas chocarían entre sí. ¡Simplemente, no nos gusta pensar en vivir en un planeta que se volvió loco!
Si no hubiera ley de gravedad en nuestro mundo, podrías comenzar saltando un tronco y terminar arando la tierra como una lombriz. O podrías comenzar brincando un tronco y, de pronto, encontrarte volando por sobre los árboles.
La Ley de Dios, que Adán y Eva quebrantaron, es la gran norma de amor que circunda todo el universo. Es como un reflejo de Dios mismo. Esa ley está dividida en dos partes: amor hacia Dios y amor hacia otros. Dios dice que la desobediencia a esa Ley nos coloca en el camino de la muerte. Esta muerte es tan cierta como lo sería aquella que ocurriría si, con un pequeño paso, te tiraras hacia un precipicio. Solo un pasito, y te caerías a ll millas [17,7 km] por hora en el primer segundo. ¡Hacia el final de los seis segundos, estarías descendiendo a más de 133 millas [214 km] por hora! La ley de la gravedad no cambiará simplemente para corregir ese único pequeño error cometido arriba en la cornisa, donde estabas seguro.
Jesús vino todo el camino hacia abajo desde el cielo solamente para llevarnos de regreso a donde Adán y Eva estaban antes de que cometieran ese, aparentemente, pequeño error.

Tomado de devoción matutina para menores 2016
¡GENIAL! Dios tiene un plan para ti
Por: Jan S. Doward

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