sábado, 9 de enero de 2016

UNA SEÑAL DE AMOR

“Ya han olvidado por completo las palabras de aliento que como a hijos se les dirige: ‘Hijo mío, no tomes a la ligera la disciplina del Señor ni te desanimes cuando te reprenda, porque el Señor disciplina a los que ama, y azota a todo el que recibe como hijo’ Hebreos 12:5,6

Sé de algunos que afirman haber repasado la Biblia y han contado más de sesenta relatos en los que Dios castigó al pueblo. No es de extrañar que la mentira de Satanás Dios es alguien a quien temer- sea tan popular. Después de todo, ¿quién quiere ser elegido por un Dios así? Quizá necesitemos meditar un poco más en el texto de hoy: “El Señor disciplina a los que ama”.
Karen y yo hemos sido bendecidos con dos hijos maravillosos: Kirk y Kristin. Cuando eran pequeños, me acuerdo de que los miraba directamente a sus grandes ojos y les explicaba los peligros de jugar en la carretera vecinal que había delante de casa. “Viene el auto y ¡pum!” Asi que la ley de nuestro reino minúsculo era que la carretera estaba prohibida.
Pero digamos que unos minutos después de esas instrucciones Kirk está jugando en medio de la calle prohibida. ¿Qué ha de hacer un padre? Salgo aprisa, agarro a mi niño firmemente por la mano, lo acompaño a casa y, siendo un papá condescendiente y misericordioso, vuelvo a explicar la ley de la carretera prohibida. “¿Entiendes?” Asiente con la cabeza en completo acuerdo.
Sin embargo, unos minutos más tarde está jugando en la calle otra vez. Aunque sigo siendo un padre condescendiente y misericordioso, te puedo asegurar que esta vez la historia tiene un final ligeramente diferente. Para mostrarle mi amor, ¡calentaré una parte de su anatomía para que la verdad se marque de forma candente en otra porción de su anatomía! ¿Por qué? Los padres sabemos que, si de verdad amas a tu hijo, la disciplina es parte integral de la demostración de ese amor.
¿Varía esta realidad cuando se trata de nuestro Progenitor divino? Cuenta todos los relatos que desees, la forma como entendemos la Biblia cambia cuando recordamos que Dios es nuestro Padre y nosotros sus hijos. Y elegidos por él como lo somos todos, ¿es tan ilógico darnos cuenta de que, para enseñarnos y moldearnos para nuestro destino previsto, permita que experimentemos algunas de las realidades dolorosas de la vida? No todo el tiempo, ni siquiera la mayor parte del tiempo. Pero hay, no obstante, ocasiones en que con su brazo rodeándonos nos conduce por el “valle de sombra” (Sal. 23). Si tan solo confiáramos en su amor, ¿habría alguna disciplina que no pudiéramos soportar mientras él estuviera con nosotros?

Tomado de Lecturas devocionales para Adultos 2016 
EL SUEÑO DE DIOS PARA TI
Por: Dwight K. Nelson

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