jueves, 11 de febrero de 2016

POR UNA TÚNICA

Pero los impíos son como el mar en tempestad, que no puede estarse quieto, y sus aguas arrojan cieno y lodo. Isaías 57:20.

Realmente no había paz genuina en el hogar de Israel. Sus hijos habían crecido con madres celosas que constantemente estaban peleando.
Lo único rescatable en su vida era José. No solo era el primogénito de su verdadero amor, Raquel, sino también había en este niño una belleza extraña que era superior a la de los otros hijos. “Escuchaba las enseñanzas de su padre y se deleitaba en obedecer a Dios” (Patriarcas y profetas, p. 209).
Cuando José tenía 17 años, su padre le regaló una túnica de colores brillantes y mangas largas, que llegaba hasta sus pies. Era muy cara, como las que usaban las personas de alto rango. José desfiló alrededor con ojos centelleantes.
Pero los rostros de los diez hermanos mayores de José no reflejaban felicidad ni orgullo. Estaban enojados y celosos. Incluso antes de que el imprudente y arbitrario padre le regalara la túnica, estaban molestos con José. Era obvio que su padre lo prefería y sospechaban que, si las cosas seguían de esa manera, pasaría por alto a los hijos mayores y le daría la primogenitura a él. Y no solo eso, estaban resentidos con José porque era un muy buen hijo.
Con frecuencia, cuando cometían alguna travesura, era José quien gentilmente les hablaba sobre sus malos hábitos. No podía soportar verlos pecar contra Dios y lastimarse, así que, cuando sus hermanos no lo escuchaban, se volvía a su padre, esperando que su autoridad corrigiera sus malos caminos. Cuando eran descubiertos, siempre hablaban con Israel como si realmente estuvieran arrepentidos. Admitían que habían hecho algo malo, pero en el fondo odiaban a José por exponerlos.
No fue muy inteligente de parte de Israel mostrar tal parcialidad al darle a José una nueva túnica. Solo enardeció más a sus hijos mayores. Astutamente, enmascararon sus sentimientos reales, pero más allá de las sonrisas falsas y las cabezas que asentían, sus corazones estaban agitándose como una tormenta marítima. Ansiaban una manera de vengarse de José.
Tenían el mismo sentimiento qne Caín tuvo hacia so hermano Abel. Siempre ha sido lo mismo desde que el pecado comenzó. Estos sentimientos infelices y miserables, inspirados por Satanás, siempre mantienen triste al malvado. No conoce la paz porque no conoce a Dios.

Tomado de devoción matutina para menores 2016
¡GENIAL! Dios tiene un plan para ti
Por: Jan S. Doward
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