domingo, 13 de marzo de 2016

EL “INTERRUPTOR”

Mantén tu rostro hacia la luz y no verás la sombra. Hellen Keller

“Tu palabra es una lámpara a mis pies y una luz en mi camino (Sal. 119:105).

Allá por principios del siglo XX una irlandesa muy rica decidió instalar la luz eléctrica en su casa. Transcurrido algo más de un mes desde la instalación, la mujer recibió la visita del lector de contadores. Sorprendido ante el número que reveló el aparatito, preguntó: “¿Está funcionando bien la electricidad?” Ella aseguró que sí, y el hombre añadió: “Su contador indica que el consumo ha sido prácticamente cero, ¿está utilizando usted la luz?” “Por supuesto -respondió la mujer-. Todas las noches la enciendo para encender las velas, y después la apago”.* Qué ironía… tenía todas las conexiones e instalaciones que le permitían disfrutar de la luz, pero no las usaba. ¿No cometemos nosotras a veces el mismo error?
A pesar de todo lo que Dios ha puesto a nuestro alcance, a menudo elegimos permanecer en la oscuridad. Por ejemplo, los momentos de adversidad o miedo los enfrentamos a solas, cuando con solo apretar el “Interruptor”, Dios iluminaría nuestra vida con esperanza y consuelo a través de las páginas de las Escrituras. Seguimos teniendo mala salud física y padeciendo depresiones cuando Dios nos ha dado la luz de un plan completo para que disfrutemos de un cuerpo sano y una mente equilibrada. Seguimos manteniendo relaciones tensas y frágiles con nuestros maridos, hijos, padres y compañeros cuando, con solo abrir la Biblia, tenemos a nuestro alcance un compendio de pautas y consejos para formar lazos sólidos de amor y respeto. Educamos a nuestros hijos confiando en nuestra propia inteligencia e intuición cuando existe una lámpara a nuestros pies y una lumbrera en nuestro camino para conducirlos a una norma más elevada.
En nuestras manos está tener siempre encendida la luz y permitir que los principios de Dios transformen radicalmente nuestra vida. Pulsemos el “Interruptor”. ¡Vivamos en la luz! Revistámonos “de la nueva naturaleza: la del nuevo hombre, que se va renovando a imagen de Dios, su Creador, para llegar a conocerlo plenamente” (Col. 3:10). Para ello, utilicemos los recursos que ya están a nuestro alcance hasta que finalmente podamos decir, como el apóstol Pablo: “Ya no soy yo quien vive, sino que es Cristo quien vive en mí” (Gál. 2:20). Si la luz que Dios pone a nuestro alcance alumbra nuestra vida, ya nunca más volveremos a ver la sombra.

* Max Lucado, Como Jesús (Miami: Editorial Caribe, 1999), p. 7.

Tomado de Lecturas Devocionales para Damas 2016
ANTE TODO, CRISTIANA
Por: Mónica Díaz
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