miércoles, 27 de abril de 2016

BLANCOS COMO LA NIEVE

La esperanza es, por sí misma, una felicidad. Quizá la principal felicidad del mundo. Samuel Johnson

Bllly empujaba cada día la silla de ruedas de su hermana inválida; de casa a la escuela; entre clase y clase; a la hora del recreo y de vuelta a casa. Annie dependía de su hermano pero a él nunca le molestó aquella “carga”. Cuando Billy estaba a punto de terminar cuarto grado su hermana murió y él se deprimió. Había perdido el propósito de su vida. Su rendimiento bajó, su conducta empeoró y se ganó la reputación de chico malo hasta que llegó el nuevo maestro.
El primer día de escuela el señor Smith le dijo: “Ven, siéntate en la primera fila”. Billy creyó que iba a regañarlo, pero lo que oyó fue: “Tus informes hablan pestes de ti, pero no creo ni una palabra”. Acto seguido rompió los papeles y continuó la clase. Días después, la maestra de iglesia de Billy preguntó a sus alumnos: “¿Conocen a alguien que se parezca a Jesús?” Uno respondió: “Sí, el señor Smith”.*
Billy tenía razón: la analogía es perfecta. Tenemos un Jesús que nos da esperanza y nos rehabilita a la vida con dos actos: 1) borrando nuestros pecados y todo recuerdo de ellos y 2) viendo en nosotros posibilidades, dándonos una nueva oportunidad de empezar de cero y una motivación genuina para proyectamos hacia el futuro.
Es un gran motivo de esperanza saber que en todo ser humano, Jesús “percibía posibilidades infinitas. Veía a los hombres según podrían ser transformados por su gracia. Al mirarlos con esperanza, inspiraba esperanza. […] Al revelar en sí mismo el verdadero ideal del hombre, despertaba el deseo y la fe de obtenerlo. En su presencia, las almas despreciadas y caídas se percataban de que todavía eran seres humanos, y anhelaban demostrar que eran dignas de su consideración. […JA más de un desesperado se presentó la posibilidad de una nueva vida” (La educación, cap. 8, p. 72).
Dios nos dice: “Vengan, pongamos las cosas en claro. ¿Son sus pecados como escarlata? ¡Quedarán blancos como la nieve! ¿Son rojos como la púrpura? ¡Quedarán como la lana!” (Isa. 1:18, NV1). En otras palabras: “¿Tan grave te parece lo que has hecho? A ver, déjame revisar tus informes… ¿Sabes qué te digo? Que nada de esto es un obstáculo para que puedas empezar de nuevo. Mira cómo rompo tu pasado; ni me acuerdo de tus errores”. Acepta ese perdón, y vive con esperanza.

“Vengan, pongamos las cosas en claro. ¿Son sus pecados como escarlata? ¡Quedarán blancos como la nieve! ¿Son rojos como la púrpura? ¡Quedarán como la lana!” (Isa. 1:18, NVI).

* Tony Campólo, Historias que alimentan tu alma (Miami: Vida, 2011), pp. 25, 26.

Tomado de Lecturas Devocionales para Damas 2016
ANTE TODO, CRISTIANA
Por: Mónica Díaz
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