jueves, 17 de septiembre de 2009

¿QUIÉN ERES TU, QUE JUZGAS TU HERMANO?

Hermanos, no murmuréis los unos de los otros. El que murmura del hermano y juzga a su hermano, murmura de la ley y juzga a la ley; pero si tú juzgas a la ley, no eres hacedor de la ley, sino juez. Santiago 4:31

El apóstol Pablo menciona otra razón por la cual es peligroso juzgar a los demás «En lo que juzgas a otro, te condenas a ti mismo; porque tú que juzgas haces lo mismo» (Rom. 2:1). Una razón básica para no juzgar a los demás es porque somos tan pecadores, tan malos y tan dignos de condenación como ellos. Es como ti juzgar a otros fuera dos veces malo. En primer lugar, porque juzgar a otros es tomar atribuciones divinas. En segundo, porque hacemos exactamente lo mismo nosotros" Y esto es literalmente así. Hay una ley de la psicología que menciona el Dr. Arthur K. Bietz en una serie de artículos titulada Abordemos la vida de forma integral. Esa ley dice que solo notamos en los demás las faltas que nosotros mismos tenemos. Los que nos parecen intachables cometen otras faltas, tienen otros vicios y son culpables de otros pecados diferentes de los nuestros. Los que nos parecen odiosos por sus defectos lo son, sencillamente, porque tienen los mismos defectos que nosotros. Si no fuera así, no habríamos notado sus faltas. ¡Cuánta razón tiene el apóstol! ¿Quién eres tú, que juzgas a tu hermano? La respuesta tácita del apóstol es: Eres un delincuente. Eres un blasfemo, porque tomas atribuciones que solo Dios puede ejercer. Y luego se agrava el asunto porque el que juzga a su hermano, juzga a la ley de Dios, lo cual es una falta muy grave. «El que juzga parece decir que la ley no se aplica a él. Virtualmente dice que no hay ley que proteja al hermano perjudicado, ni ley que condene su espíritu de crítica». Serio, ¿verdad? El cristiano humilde sabe perfectamente cuan limitados son su juicio, su conocimiento, su capacidad y su visión. Solo puede ver un aspecto mínimo de las razones, motivos, y actos de su hermano. No puede tener todo el conocimiento que se debe tener para pronunciar un juicio justo, porque eso solo Dios puede tenerlo. Por eso, el cristiano es humilde y nunca juzgará a nadie. Solo el amor puede tratar a los demás justamente. Porque nunca juzga, nunca pronuncia juicio, nunca condena. Sobre todo, porque el amor «cubre multitud de pecados» (Sant. 5: 20). Demostremos siempre el amor que perdona y olvida, no importa cuál sea la evidencia que veamos de los errores de otros. El que ama siempre acierta. El que no ama siempre se equivoca.

Tomado de la Matutina Siempre Gozosos.

miércoles, 16 de septiembre de 2009

EL PERDÓN Y LA MISERICORDIA

Quien encubre su pecados ¡amas prosperará; quien lo confiesa y lo deja, halla perdón (Proverbios 28: 13).

Muchas veces me he preguntado si la razón por la que nos escondemos cuando hacemos algo malo es porque nos sentimos avergonzadas con Dios y chasqueadas con nosotras mismas. El pecado nos hace sentir mal, afloran pensamientos de culpabilidad y sentimos que le hemos fallado nuevamente a Dios. Por supuesto que todo esto forma parte de la estrategia que Satanás usa para hacernos sentir que la vida cristiana es imposible de vivir y que nunca nos podremos librar de esas tendencias hacia el mal. Lo más lamentable es que encontramos personas por todas partes que ya han dejado de luchar porque se sienten derrotadas. Sin embargo, ante esta cruda realidad lo mejor que podemos hacer es admitir que somos pecadoras y que solamente mediante la justicia y la gracia de Cristo es como podremos alcanzar el perdón y la victoria sobre nuestra naturaleza.
Recuerdo haber leído la historia de un juez que tenía que liberar a unos presos de la cárcel. Para estar seguro de que haría una correcta y justa elección los hizo pasar uno por uno a su juzgado para tener con ellos una entrevista y decidir quién merecía ser liberado. Al preguntar al primero por qué estaba allí este dijo: «Estoy aquí porque me calumniaron y me acusaron injustamente». Luego llamó al segundo y éste le contestó: «Estoy aquí porque dicen que robé, pero es mentira».
Y así pasaron todos los presos y cada uno se declaraba inocente. Hasta que llegó el último preso quien dijo: «Estoy aquí porque maté un hombre. Hirió a mi familia y perdí el control y por eso lo maté. Pero hoy me doy cuenta de que lo que hice estuvo mal y estoy muy arrepentido». Al escuchar la declaración del hombre el juez se puso de pie y dijo: «Voy a darle la libertad a este último preso». Todos se quedaron muy sorprendidos y se preguntaron por qué lo iba a liberar si el hombre había confesado ser culpable de asesinato. El juez entonces les contestó: «El castigo es para los que esconden su falta, la mise¬ricordia para los que reconocen su falta y se arrepienten».
De nada vale que intentemos ocultar aquello que sabemos que no está bien a los ojos de Dios. Si por nuestra naturaleza pecaminosa sentimos que hemos actuado mal con Dios o contra alguien, lo mejor que podemos hacer es admitirlo y solicitar el perdón de nuestras faltas.

Evelyn Omaña
Tomado de Manifestaciones de su amor

CAUTIVOS DISPUESTOS

¿Cómo, pues, escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande? Hebreos 2: 3

Gary Richmond, un cuidador del zoológico, se ocupó una vez de unos halcones de cola roja que habían sido llevados al zoológico para protegerlos. Meses antes un hombre había sido arrestado por tenerlos de forma ilegal. Las aves tendrían que permanecer en el zoológico hasta que se celebrara el inicio del hombre, en el cual serían usados como prueba. Pero, por culpa de la burocracia gubernamental, las aves quedaron en el olvido. Todo el personal del zoológico se sentía mal al ver enjauladas unas aves silvestres. Por eso Gary decidió hacerse cargo del asunto. Quería poner fin a su confinamiento y liberarlas. Así, una noche dejó abierta, "por accidente", la puerta de la jaula. A la mañana siguiente, cuando regresó al trabajo, los halcones seguían dentro de la jaula. Luego Gary probó a asustarlos. Después de dar unas vueltas alrededor, los halcones regresaban al interior de la jaula. Habían pasado tanto tiempo en cautividad que no deseaban la libertad. ¿Alguna vez te encontraste con personas que saben que Jesús va a regresar pero que no quieren dejar el mundo? Tienen los ojos puestos en acontecimientos mundanos y esperan ser cristianos inmediatamente antes del fin del tiempo de grada. A esas personas les ofrezco la lección de los halcones de cola roja. Las aves habían pasado tanto tiempo en la jaula que cuando se les ofreció la libertad escogieron la cautividad. Habían perdido el deseo de ser libres. Lo mismo podría ocurrir ion las personas que se acomodan demasiado en el pecado. ¿Es posible que los que esperan hasta el final para ir a Jesús se hayan acostumbrado tanto a una vida sin Dios? ¿Puede ser que cuando se apruebe la ley dominical y sepan que e fin está cerca, no sientan deseos de ser salvados? Si no le has pedido a Jesús que entre en tu corazón, hazlo hoy mismo. No estés en el grupo de los que se van a perder la vida eterna porque esperaron demasiado.

Tomado de la matutina El Viaje Increíble.

NO TE JUNTES CON LOS REVENDEDORES

El que anda en chismes descubre el secreto; no te entremetas, pues, con el suelto de lengua. Proverbios 20:19

¡Qué actividad tan penosa e indigna es andar en chismes! No solo penosa e indigna, sino peligrosa y maligna. ¿Por qué insistir en el mal que ocasiona una persona que anda en chismes? Todos sabemos que es incalculable: siembra rencillas entre parientes y vecinos, es como un revendedor que toma el chisme de una casa y lo lleva a la otra. La persona que anda en chismes es peligrosa para el mundo y para la iglesia. Dios estableció una legislación para detener esta peligrosa actividad entre su pueblo: No andarás chismeando entre tu pueblo» (Lev. 19: 16). «Es decir, propagar rumores dañinos, ya sea porque no son ciertos, o porque perjudican a la persona implicada. Los rabinos enseñaban que eran tres los pecados que quitarían al hombre de este mundo y lo privarían del mundo futuro: idolatría, incesto y homicidio, pero que la calumnia era peor que estos, pues mataba a tres personas a la vez: al calumniador, al calumniado y al oyente. Es más efectiva que una espada de doble filo» (Comentario bíblico adventista, i. l,p. 804). Chismorrear es cosa seria. Y no creas que solo es chismoso el que dice una mentira; también lo es quien transmite con ánimo calumnioso un caso verdadero. Y también es mentiroso y calumniador quien le hace caso y le presta oídos generosos. El chisme implica complicidad secreta. El chismoso solo se siente cómodo cuando puede actuar encubierto. El sabio Salomón advierte al cristiano que no debe entremeterse «con el suelto de lengua», otra designación de infamia. Sobre este asunto del chisme es muy interesante lo que escribió E. Cabannau, bajo el título "Mi nombre es... ¡chisme!": «No tengo respeto por la justicia. Mutilo, pero sin matar. Rompo corazones y arruino vidas. Soy astuto y malicioso, y gano fortaleza con la edad. Mientras más se me cita, más se me cree. Florezco en todos los ámbitos de la sociedad. Mis víctimas están indefensas. No pueden protegerse de mí, porque no tengo nombre ni cara. Seguirme es imposible, porque me oculto en la multitud y en la oscuridad. Una vez que mancho una reputación, nunca vuelve a ser como antes. Derribo gobiernos y destruyo matrimonios; arruino carreras y provoco noches de insomnio, dolores en el corazón y pena. Hago que las personas inocentes lloren en su almohada. Llego a los titulares de los diarios y provoco angustia». Sigamos hoy el consejo y la ley de Dios.

Tomado de la Matutina Siempre Gozosos.

martes, 15 de septiembre de 2009

PURIFÍCATE EN EL SEÑOR

Vengan, pongamos las cosas en claro —dice el Señor—. ¿Son sus pecados como escarlata? ¡Quedarán blancos como la nieve! ¿Son rojos como la púrpura? ¡Quedarán como la lana! (Isaías 1: 18).

La mayoría de las mujeres tenemos una lucha constante contra las manchas en la ropa, en las paredes o en el piso de nuestras viviendas. A veces compramos cuanta sustancia se anuncia en el mercado para eliminarlas. Sin embargo, hay algo que está a la mano y nos puede ser de gran utilidad: el vinagre. Siempre me han llamado la atención los beneficios de esta sustancia. Uno de ellos es limpiar y sacar todas las impurezas en el área que uno desea limpiar. ¡Es increíble cómo la zona higienizada vuelve a tomar el color que tenía desde el principio!

Posiblemente tú también has pasado por experiencias en las que has quedado tan manchada que crees que no hay nada que pueda volver a darte ese color y brillo que tenías. No obstante, hoy quiero darte una muy buena noticia: También contamos con algo a la mano que obra maravillosamente para limpiar las áreas sucias de nuestras vidas. Jesús! ¡Él es el vinagre] Cuando permitimos que su poder obre diariamente en cada una de nosotras, nuestra vida se va transformando de una manera extraordinaria. Dios permite que sucedan experiencias para que sintamos la necesidad de ser renovadas espiritual-mente y dejarnos limpiar por él.
¿Cómo sucede eso? Cuando decidimos entregarle de corazón nuestras vidas a través del bautismo, como manifestación de nuestro amor y aceptación, además del estudio cotidiano puesto en práctica constantemente, podemos alcanzar la pureza que aspiramos. Si sientes el deseo de bautizarte o consagrar tu vida, hazlo, no rechaces la obra del Espíritu Santo manifestado en ese sentimiento. ¡Acepta! ¡No te arrepentirás jamás! Nadie más es responsable de tu salvación, sino tú.
D. Rhode Suriano Suárez
Tomado de Manifestaciones de su amor

SIN DESCARRILAR

Al hombre le toca hacer planes, y al Señor dirigir sus pasos. Proverbios 16: 9

Ayer te hablé de la tarjeta para el objetivo de 21 días. Hoy quiero explicarte cómo una de esas tarjetas me ayudó a no salirme del camino. El primer objetivo que me marqué era leer cada día la Biblia. Compré una Biblia especial que estaba dividida en 365 secciones. Cada día había pasajes del Antiguo testamento, de los Salmos y del Nuevo Testamento. Si era constante con la lectura, habría leído toda la Biblia en un año. Durante dos semanas, cada día, la tarjeta de objetivo me mantuvo sobre la vía. Pero llegaron las eliminatorias de la Serie Mundial. Cuando Tom y yo regresamos a casa para dormir era ya casi media noche. Estaba a punto de dormirme cuando repentinamente me acordé de la tarjeta de 21 días. Había olvidado leer los capítulos correspondientes a ese día. Mi primer pensamiento fue ponerme a dormir y dejar la lectura para más adelante. Pero no podía olvidar el compromiso que había hecho. Así que salí de la habitación y me dirigí a la sala de música. Leí los pasajes asignados de Jeremías, los Salmos y 2 Timoteo. Ya podía volver a la cama. Esa pequeña tarjeta me ayudó a recordar el compromiso. Antes de que hubiesen pasado los 21 días, supe que leer la Biblia formaría parte de mi vida. ¿Por qué no trabajas para conseguir un objetivo durante las próximas semanas? Luego, cuando ya se haya convertido en un hábito, empieza otra tarjeta con otro objetivo. Piensa en lo mucho que cambiaría tu vida si durante los próximos doce meses generaras doce nuevos hábitos para mejorar tu vida.

Tomado de la matutina El Viaje Increible.

PARA BIEN O PARA MAL

Hay hombres cuyas palabras son como golpes de espada; mas la lengua de los sabios es medicina. Proverbios 12:18

La lengua es el órgano más poderoso con que cuenta el ser humano. Es lo que dice Santiago 3: 4,5: «Mirad también las naves, aunque tan grandes, y llevadas de impetuosos vientos, son gobernadas con un muy pequeño timón por donde el que las gobierna quiere. Así también la lengua es un miembro pequeño, pero se jacta de grandes cosas. He aquí, ¡cuan grande bosque enciende un pequeño fuego!» Así es. Dependiendo del uso que de ella se haga, la lengua puede ser bendición. O maldición, muerte o vida, veneno o medicina. Con las palabras se pueden crear amigos o enemigos, herir o sanar. Hay palabras que curan, incluso físicamente; otras que ejercen una influencia positiva y llevan a la reconciliación a los que se han distanciado. Hay quienes tienen tal poder en el habla que pueden destruir a su oponente, hasta físicamente. Hay otros que usan sus palabras para criticar, sin importar contra quién esté dirigida su crítica, ni el daño que ocasionen. La lengua de la persona sabia y cristiana es diferente. Habla palabras que dan, literal mente, vida. Una palabra bondadosa es medicina. Sana el espíritu, la mente y el cuerpo El sabio habla de tal manera que fortalece y enriquece la salud de los demás. Escuchar es como ascender a una montaña y respirar el aire fresco, es como estar a la orilla del mar y escuchar desde sus profundidades un mensaje lleno de energía que fortalece y anima. ¿Cómo son tus palabras? ¿Alientan al que las escucha? ¿Animan y hacen sentir bien a quienes las oyen? Hoy habrá muchas personas que escucharán lo que digas. Entre ellas estarán tu esposa, tus hijos, tus hermanos en la fe y tus compañeros de oficina. Diles algo así: «¿Puedo orar ahora mismo por ti?» «¿Cómo estás realmente?» «Lo que has dicho me ayudó». «Yo estaba equivocado». «¿Te he ofendido? Perdóname». «Estoy orgulloso de ti». No somos tan cuidadosos con nuestras palabras como deberíamos. El texto bíblico para la meditación de hoy es un llamamiento a la excelencia en la forma de hablar. Es muy placentero escuchar y relacionarse con personas que son amables y que han cultivado un espíritu cristiano al hablar. Cuando Jesús habita en el corazón, nuestras palabras lo dirán. El humilde Jesús nos refina y nos permite ser condescendientes, soportar los errores del otro, y pasar por alto sus debilidades. Pídele a Dios hoy que te dé una lengua de sabio para tener siempre la palabra oportuna en todo momento y ocasión.

Tomado de la Matutina Siempre Gozosos.

lunes, 14 de septiembre de 2009

LA RESILIENCIA

No apaguen el Espíritu (1 Tesalonicenses 5: 19).

No sé si alguna vez has escuchado la palabra «resiliencia». Parece ser que anda de moda desde un tiempo atrás. El concepto proviene de la física, y se refiere a la capacidad de un material para recobrar su forma después de haber estado sometido a altas presiones. De ahí se desarrollaron varias definiciones de acuerdo al enfoque que se le quería dar, según el área. Así que podemos encontrar por ahí que resiliencia es el proceso de adaptación frente a adversidades que una persona pueda tener.
Se puede decir que es un proceso de adaptación. Cada persona desarrolla su resiliencia de acuerdo a sus necesidades. El desarrollo de la resiliencia en cada persona se lleva a cabo en dos pasos: primero, la capacidad de preservación de la mente, vida, persona, estatus, etcétera. Después, la capacidad de construcción positiva, aun si continúa la adversidad.
La resiliencia es parte de las conductas, pensamientos, acciones y tal vez más, que la persona aprende y desarrolla. ¿Se puede considerar como poseedores de resiliencia a quienes se sobreponen a la adversidad en forma negativa? Los estudiosos de este tenia dicen que no. Resiliencia es cuando una persona se sobrepone a la adversidad de alguna forma positiva que ella misma escoge.
¿Cómo podemos desarrollar la resiliencia del perdón cristiano? Me atrevo a decir que, la persona que quiera, puede desarrollarla cuidando sus pensamientos, conductas, palabras, acciones y todo lo que involucre el entorno para abrir la puerta a lo positivo y al perdón. Esto tiene que ver con tu tiempo para la oración personal, estudio de la Biblia y tus relaciones interpersonales. Dios es poderoso, no minimices su poder. Ponte en las manos de Dios y desarrolla tu resiliencia para el perdón que toda mujer cristiana debe tener. No apagues el Espíritu. «Que Dios mismo, el Dios de paz, los santifique por completo, y conserve todo su ser —espíritu, alma y cuerpo-— irreprochable para la venida de nuestro Señor Jesucristo. El que los llama es fiel, y así lo hará» (1 Tes. 5: 23, 24).

Lourdes lozano Gazga
Tomado de Manifestaciones de su amor