sábado, 15 de octubre de 2011

DE TODO CORAZÓN

Y me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón. Jeremías 29:13.

Hay mucho dolor y tristeza entre las personas, por causa de relaciones rotas; son heridas que, a veces, el tiempo no logra sanar. Personas que dicen: "Yo confié en él, o en ella, y me falló". El versículo de hoy muestra la salida para algunos de esos problemas. Dios dijo que lo buscaríamos, y lo hallaríamos si lo buscamos con todo nuestro corazón. La expresión "todo corazón" es sinónimo de integridad, veracidad y sinceridad. La sinceridad es la virtud que nos lleva a decir siempre la verdad y a mostrarnos, delante de las otras personas, tales como somos interiormente.
Pero, la sinceridad no es algo que fabricamos: es un fruto del Espíritu Santo y un valor que debemos tener, con el fin de desarrollar relaciones humanas saludables. El secreto, para ser sincero, es amar. Pero, amar de todo corazón; no por la mitad. Amar primero a Dios y, como resultado, al ser humano.
Lo opuesto de la sinceridad es la hipocresía: decir lo que no es verdad, lo que no se siente; esconder, mentir, aunque esas mentiras sean llamadas "mentiras piadosas".
Para ser sincero, se necesita tener criterio. Esto significa que, cuando es necesario decir la verdad, debes utilizar las palabras y las expresiones correctas. Las personas nunca se sienten heridas por lo que dices, sino por la manera en que lo dices.
La sinceridad, también, requiere valor, ya que, a la hora de decir la verdad a un amigo o a una amiga, por ejemplo, la mentira, por piadosa que te parezca, no se puede justificar por el "miedo de perder una buena amistad".
La persona sincera siempre dice la verdad, en todo momento, aunque le cueste; sin temor al qué dirán. Ya que ser sorprendido en la mentira es más vergonzoso.
Al ser sinceros, somos honestos con los demás y con nosotros mismos, convirtiéndonos en personas dignas de confianza, por causa de nuestra autenticidad.
Haz de este un día de sinceridad. Pero recuerda: "Y me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón".

Tomado de meditaciones matinales para adultos
Plenitud en Cristo
Por Alejandro Bullón

viernes, 14 de octubre de 2011

UN INTRUSO VENCIDO

Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras. (1 Tesalonicenses 4:18)

El apóstol Pablo nos habla de la necesidad de alentarnos los unos a los otros. «Alentar» significa animar, estimular, exhortar, pero ¿con respecto a qué se nos indica que debemos alentar y ser alentados? Ayer hablábamos sobre la muerte y la esperanza de vida eterna que hay en Cristo. Hoy retomamos este tema tan importante, pues a lo largo de la historia se han impuesto creencias con respecto a la muerte que han llevado zozobra y tristeza al corazón humano desconocedor de la Biblia.
Desde el mismo Edén, Satanás ha engañado al ser humano diciéndole: «No morirás». ¿Cómo puede un ser creado, desprovisto de vida propia, asegurar la inmortalidad de otra criatura? Valiéndose de la desconfianza, esa arma poderosa que ha logrado apartar nuestros ojos del verdadero dador de la vida. Eva desconfió de Dios y sucumbió ante el engaño de la serpiente. Aunque no sabía qué era la muerte, sí conocía la vida, y si lo que aquel ser decía era cierto, si ingería la fruta prohibida ya no necesitaría de Dios para vivir su propia vida.
Esta misma teoría ha llegado hasta nuestros días. La inmortalidad del alma ha sido popular en todas las épocas. La cultura azteca, por ejemplo, habla de que Tláloc, dios de la lluvia, y Chalchiuhtlicue, diosa del agua, tuvieron muchos hijos, conocidos como tlalocas o nubes. Esta lamilla vivía en un paraíso donde algunos seres gozaban de inmortalidad. Allí disfrutaban de felicidad eterna.
La creencia en la celebración de la misa para mejorar la condición de los muertos es muy común en el mundo cristiano. Existen también los médiums, que ganan cuantiosas sumas de dinero celebrando «encuentros» entre vivos y muertos. Nuestro mundo sigue sucumbiendo bajo la primera mentira del enemigo de Dios.
Debemos alentarnos unos a otros. Debemos convertirnos en portadores de la verdad de la vida. Debemos clamar a voz en cuello que sí hay vida, pero solo en Jesús. Al andar por este mundo donde constantemente estás expuesta a la muerte, asegúrate de que Jesús, el autor de la vida, esté a tu lado. Entonces no temerás, porque tu vida estará en sus manos.
Cuando la muerte sea vencida por la presencia permanente de Cristo, seremos inmortales.

Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera

BARRERAS QUE NOS CUIDAN

En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti. Salmo 119:11.

Mientras el mundo promueve la libertad ilimitada y muchos aspiran a vivir sin reglas ni límites, las Escrituras previenen a los hijos de Dios de algunos actos que les traerán ruina y miseria.
Los mandamientos y la Biblia toda expresan la voluntad divina. Son el mensaje directo de un Dios de amor para sus hijos. Como un padre terrenal lo haría, el Padre celestial, advierte, aconseja, previene, ordena y prohíbe a sus hijos según las circunstancias que pueden llegar a vivir. Las Escrituras son una poderosa barrera para advertir a los seres humanos del peligro de aventurarse en campos prohibidos. Cada uno de los "no" que contienen es para el bien de la humanidad.
Lo llamaré Darío, aunque ese no es su verdadero nombre. No llegó en marzo para el inicio de clases, sino que comenzó algunos meses más tarde en el colegio adventista, pero pronto se hizo notar entre sus compañeros. Su habilidad para jugar al fútbol lo hizo el favorito en muchos equipos, y poco a poco nos fuimos conociendo. En una charla que tuvimos en mi oficina, noté una tremenda cicatriz en su frente. Como ya teníamos confianza, le pregunté qué le había pasado. Con calma me contó su historia. Años atrás estaba de paseo con algunos amigos en bicicletas. Al llegar a un cruce de ferrocarril, vieron las barreras bajas y al tren que venía en camino, pero confiando en sus propias fuerzas se aventuraron a cruzar las vías, y el resultado fue trágico. Algunos de los amigos de Darío murieron ese mismo día, mientras que él y otros de sus compañeros padecieron lesiones graves.
El Señor no desea que sus hijos sean golpeados, quebrados o que mueran por traspasar los dichos divinos que señalan el peligro del pecado. Cada uno de los "no" que aparecen en la Biblia es una barrera para redimir, salvar y proteger a cada criatura que vive a la sombra del Omnipotente.
Al comenzar las actividades de este día, ora con gratitud al Padre celestial por su amparo protector, que dice "no" a lo que te podría lastimar, y pídele que te ayude a vivir como el salmista, guardando sus "dichos" para no pecar contra él.

Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuel

EL ESPÍRITU GUÍA

Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir. Juan 16:13.

Aquí, el Señor Jesús habla acerca de la venida del Espíritu Santo. Dice que, cuando él viniere, nos guiará a la verdad. Este es uno de los trabajos del Espíritu: enseñar y guiar a la verdad. La acción de guiar en la verdad tiene dos aspectos. Primero, te convence. Nadie puede convencer al ser humano acerca de la verdad, a no ser el Espíritu Santo. Las personas que no aceptan la divinidad del Espíritu Santo tienen dificultades para entender la verdad. Tú puedes amontonar delante de tus ojos una montaña de pruebas y de evidencias pero, simplemente, no entiendes. ¿Cómo podrías? Solo el Espíritu convence.
La segunda acción del Espíritu es guiar. No se trata de algo teórico: de nada valdría entender la verdad, como teoría, si ella no se hace carne en nosotros. El Espíritu nos enseña, también, a vivir la verdad.
La palabra "verdad", en griego, es aleteia, que significa transparente, claro, que no está encerrado. Eso es vivir la verdad. El Espíritu nos lleva a vivir una vida clara, transparente, sin medias verdades o medias mentiras; una vida limpia, que no necesita esconderse ni disfrazarse.
La palabra "verdad", en el hebreo, confirma este concepto. En hebreo, es emeth, que significa seguro, sólido, firme, consistente. Una persona que fue guiada, por el Espíritu, hacia la verdad vive confiada, sin temores ni sobresaltos; no hay inseguridad en esa vida. La inseguridad está en la mentira, en la penumbra de las circunstancias, con miedo de ser descubierto y expuesto. Dios no desea esa vida para sus hijos; definitivamente, no.
Vivimos en un mundo en el cual la mentira produce espejismos casi difíciles de discernir. ¿Cuántas veces te han mentido? ¿Cuántas veces has mentido? ¿Cuántas veces has sido víctima de una injusticia, producto de una mentira? No te esfuerces por recordar: no te alcanzarían los dedos de las manos y de los pies, para contar las veces que has sufrido por causa de las mentiras.
Haz de este día un día de verdad. Entrégate al control del Espíritu; a fin de cuentas, nadie es veraz porque tienen autodisciplina: la verdad es un fruto del Espíritu. Recuerda que, "cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir".

Tomado de meditaciones matinales para adultos
Plenitud en Cristo
Por Alejandro Bullón

jueves, 13 de octubre de 2011

UN TEMOR INFUNDADO

Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza. (1 Tesalonicenses 4:13).

Cuando estudiamos lo que dice la Biblia acerca del origen de la vida humana, encontramos que su enseñanza es sencilla: nuestro autor es Cristo y los ingredientes que empleó para formarnos fueron el polvo y un soplo de vida. No existe vida humana si falta uno de estos componentes, y cuando alguno falla, el cuerpo baja a la tumba, donde lo único que queda es el recuerdo.
Si analizamos nuestra vida desde un punto de vista no espiritual, vemos que no es más que vanidad. Vivir unos cuantos años sufriendo en este mundo de pecado para finalmente morir y que no quede nada más de nuestro paso por la vida es verdaderamente frustrante. ¿Te has parado a pensar en cuántas personas han existido en el mundo y cuan pocas han quedado plasmadas en las páginas de la historia? Para esos seres humanos también hubo alegrías y tristezas. Muchos se casaron y tuvieron su propia familia. Unos fueron buenos, otros malos; unos serviciales, otros egoístas; unos generosos, otros ladrones; unos tuvieron dignidad, otros fueron delincuentes. Aunque sus biografías hayan sido diferentes, ahora todos tienen algo en común: duermen el mismo sueño y un día se despertarán para recibir justicia.
El apóstol Pablo nos presenta en el versículo de hoy una promesa llena de esperanza. Nos dice que no debemos temer a la muerte ni entristecernos por causa de ella, pues el mismo Dios que nos ha dado la vida, tiene poder para volver a dárnosla. No necesita la materia, sino únicamente pronunciar una palabra llena de amor.
Cuando Cristo cambie sus vestiduras sacerdotales por las de Juez y Rey de toda la tierra, hará revivir a todos los seres humanos que han existido, no importa dónde ni cuándo ni el lugar donde estén sus cuerpos. La misma voz que hizo el universo resonará con poder para que las criaturas la obedezcan. Es ahí donde debemos poner nuestra mirada. Es ahí donde tú y yo debemos estar para recibir la bienvenida a la vida eterna. No temas, confía en tu Hacedor.

Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera

DESEO DESMEDIDO

No codiciarás... cosa alguna de tu prójimo. Éxodo 20:17.

El último mandamiento es considerado por algunos el resumen de los otros nueve. En este caso, Dios no prohíbe ningún tipo de acto visible a los ojos humanos, sino que apunta directamente a las intenciones del corazón. La raíz de la transgresión de algunos de los mandamientos anteriores se debe al quebrantamiento del precepto que dice: "No codiciarás".
La codicia, es el deseo desmedido por obtener algún bien que pertenece al prójimo; y es un pecado oculto a los ojos humanos. Mientras Lucifer vivía en el cielo, germinó en su corazón la codicia, y llegó a dar un fruto terrible: el pecado. Este ser majestuoso había sido creado con dones y talentos preciosos a la vista de los seres celestiales. "En el cielo, antes de su rebelión, Lucifer era un ángel honrado y excelso, cuyo honor seguía al del amado Hijo de Dios. Su semblante, así como el de los demás ángeles, era apacible y denotaba felicidad. Su frente alta y espaciosa indicaba su poderosa inteligencia. Su forma era perfecta; su porte noble y majestuoso. Una luz especial resplandecía sobre su rostro y brillaba a su alrededor con más fulgor y hermosura que en los demás ángeles" (La historia de la redención, p. 13).
Todos estos regalos que este ángel poderoso había recibido, no despertaron agradecimiento ni humildad ante su Creador, sino que codició la majestad celestial. Lucifer se dijo a sí mismo: "Subiré al cielo; en lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré, a los lados del norte; sobre las alturas de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo" (Isa. 14:13, 14). Por ese deseo diabólico de llegar a ocupar un lugar que no le correspondía, Satanás introdujo el pecado en el universo.
Desde que el pecado llegó a nuestro planeta, la codicia se alojó en el corazón humano. La codicia de los grandes y poderosos ha acarreado guerras, asesinatos, robos, familias destruidas y dolor en diferentes escalas. Muchos, impulsados por una ambición pecaminosa, han traspasado los límites morales para irrumpir en la vida de miles, llevando angustia y desolación.
Pero, a pesar del daño que haya producido este pecado, Jesús vuelve a invitarte para que le entregues tu vida. Solo él, la Majestad divina, puede otorgar santidad, sanidad y el desarraigo completo de la codicia.

Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuel

POR LA FE

Por la fe [Moisés] dejó a Egipto, no temiendo la ira del rey; porque se sostuvo como viendo al Invisible. Hebreos 11:27.

La puerta está abierta. Hay un silencio que aterra, y Agustín no logra vencer el temor. "¿Por qué no entras, de una vez?", le dice una voz, desde adentro.
El joven estudiante toma aire, como lo hacen los cantantes líricos, y con paso firme atraviesa la puerta. Sabe que será difícil anunciar al jefe que, por causa de su conciencia, no podrá hacer lo que le pide. Sabe también que, si pierde el empleo, no estará en condiciones de continuar pagando la universidad. ¿Qué hacer? Tal vez, otra persona no tendría los conflictos interiores que tiene Agustín; pero, él conoce la Biblia y respeta sus principios, porque sabe que vienen de Dios.
Agustín no fue la única persona que tuvo que enfrentar momentos difíciles por respetar los principios. A lo largo de la historia, Dios siempre tuvo hijos extraordinarios, que hasta prefirieron morir antes que traicionar su conciencia. El versículo de hoy nos habla de Moisés: el líder del pueblo de Israel no solo perdió el empleo, sino también fue perseguido. El texto registra que no tuvo miedo de la ira del rey.
Creo que la expresión "no tuvo miedo" es una frase retórica, para expresar la decisión que Moisés tomó, a pesar de las dificultades. El miedo es natural; está en lo recóndito de la naturaleza humana. Una persona sin miedo se vuelve imprudente. La fe no te vuelve insensato: te da valor para que, a pesar del miedo, seas capaz de enfrentar a tus enemigos.
El secreto está en ver lo que es invisible: tus ojos físicos solo logran ver lo que está delante de tu vista; pero los ojos de la fe llevan a visualizar las promesas de Dios hechas realidad. Y él ha prometido que podrán caer mil a tu lado y diez mil a tu otro lado, pero tú no serás tocado. Eso puede parecer una utopía, para quien no vive una vida de compañerismo diario con Jesús. Pero, mediante la fe, tú lo ves como una realidad.
Por eso, hoy, no te amedrentes delante de los "faraones" que te persiguen y amenazan destruirte. Nada podrán en contra de ti: tu vida está escondida en las manos de Dios. Recuerda: "Por la fe [Moisés] dejó a Egipto, no temiendo la ira del rey; porque se sostuvo como viendo al Invisible".

Tomado de meditaciones matinales para adultos
Plenitud en Cristo
Por Alejandro Bullón

miércoles, 12 de octubre de 2011

LA BENDICIÓN DE LAS CANAS

Así ha dicho Jehová de los ejércitos: Aún han de morar ancianos y ancianas en las calles de Jerusalén, cada cual con un bastón en la mano por lo avanzado de su edad. (Zacarias 8:4).

Nuestro Dios no hace distinción de edad, él se complace exactamente igual en bendecir a un tierno bebe que a un anciano encanecido encorvado por el paso de los años. Para él todos somos sus hijos, frágiles, indefensos y necesitados de su protección y amparo. Por eso las palabras del salmista brindan ánimo a cualquier lector: «El que habita al abrigo del Altísimo, morará bajo la sombra del Omnipotente» (Sal. 91: 1).
No estaba en el plan de Dios que tuviéramos un límite de años para vivir, sino que viviéramos eternamente, para que todos los días hieran una fiesta de felicidad, paz y amor. Hay personas a las que nadie les ha cantado nunca el «cumpleaños feliz», que no han recibido una felicitación, ni un beso, ni un abrazo. Para ellas tengo un mensaje alentador: «Dios no espera al día de tu cumpleaños para brindarle amor, sino que todos los días derrama sus más ricas bendiciones sobre tu vida».
No sé en qué grupo te encuentras. Quizás seas una de esas personas abandonada a su suerte; o puede ser que te hayan sustentado físicamente, pero que no conozcas el beso de una madre, la caricia de una abuela, o la presencia de un padre amoroso. Sea cual fuere tu situación, nunca has dejado de tener un Padre que te ama y que sigue esperando que vayas a él.
Para poner fin a tanto desorden afectivo que caracteriza nuestros días, Dios ideó un plan desde la misma fundación del mundo: Cristo vendría para restaurar la vida. El texto de hoy nos dice que cuando el Eterno hace morada en nuestra vida, esta se toma feliz a pesar del pecado y a pesar de nuestra edad, porque sabemos que él nos ama. ¿Te da miedo la muerte? ¿Te da miedo la vida? No hay nada que temer porque en Cristo está la victoria.
Si amas a Dios y él hace su morada en ti, tendrás garantizado un futuro eterno.

Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera