jueves, 2 de agosto de 2012

QUÉ DIENTES TAN GRANDES TIENES


«Gente de Rodas comerciaba contigo. Hacías negocios con numerosos países del mar, que te pagaban con marfil y ébano» (Ezequiel 27:15).

Ten cuidado ahora, o tendrás que pagar por mirarlos. Hoy caminaremos por África y veremos elefantes. Mira esos largos colmillos blancos y curvos que salen de la parte de arriba de la boca de ese elefante. De hecho son dientes, pero la gente los llama colmillos. Esos colmillos están hechos del mismo material del que están hechos tus dientes. Debido a su tamaño, a que por dentro son de color blanco puro, y también al hecho de que no hay muchos elefantes en el mundo, los colmillos de elefante son muy valiosos. Tan valiosos, que hay algunas personas que matan a los elefantes para sacárselos y vender el marfil. A mí me alegra que ahora haya leyes que protejan a los elefantes de esa clase de maltrato.
Sin embargo, yo conozco algo que es más valioso que el marfil, y es Jesús. A él no tenemos que pensaren robarle para poder tenerlo. Él siempre está ahí para escuchar nuestras oraciones y ayudarnos en todo momento. ¿No te sientes feliz de que la persona más valiosa del mundo te ame de esa manera?

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

AL AMPARO DE DIOS


Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo (Isaías 43:2).

A principios de enero de 1991 unas fuertes y continuas lluvias azotaron la bella isla de Puerto Rico.  El resultado fue que sufrimos inundaciones, ya que numerosos ríos se salieron de sus cauces. El día 6 de enero alguien golpeó a mi puerta a la una de la madrugada. Eran mis vecinos, que me advertían de que el río se había desbordado y el agua estaba entrando a las casas. Al bajar de la cama, pisé en el agua. Abrí la puerta para mirar hacia afuera y entonces un mar de agua entró a la casa. Los muebles, la ropa, los colchones, los gabinetes y los libros comenzaron a mojarse. ¡Las pérdidas iban a ser cuantiosas! Llevé el auto a la casa de enfrente, que tenía un estacionamiento un poco más elevado, y pasé el resto de la madrugada cantando himnos y tratando de salvar algunas de mis pertenencias.
Por fin amaneció. El pastor de nuestra iglesia y algunos hermanos vinieron a ayudarme. Sacaron de la casa mucho lodo y basura que el agua había dejado. Un hermano, en broma, me dijo: «Hermana, si fuéramos de otra denominación le diría que usted está en pecado». Me reí ante aquella broma pesada. Al rato oraron y se fueron. Al quedarme sola me senté en la sala. Todo se veía desorganizado y sucio. En medio de mi tristeza me puse a hablar con el Señor: «¿Oíste lo que me dijo aquel hermano? Señor, dime ¿qué ha pasado?». El Espíritu Santo me impresionó para que buscara en una cajita llena de versículos a la que llamábamos «El pan de vida». «Saca una», me dijo. Yo obedecí y saqué una de las tarjetas. Grande fue mi sorpresa cuando leí: «Cuando pases por las aguas yo estaré contigo» (Isa. 43:2). Llegué a la conclusión de que aquello era una prueba para mi perfeccionamiento, por lo que le di las gracias al Señor.
Tal vez estés pasando por una prueba difícil, o quizá te llegue alguna en el futuro. Deseo animarte a que te aferres a Cristo, confiando en que él te llevará segura a lugares de reposo.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Adelaida Rivera de Jesús

¿GANAR SIEMPRE?


Dios le dijo: Necio, esta misma noche perderás la vida, y lo que tienes guardado, ¿para quién será? Lucas 12:20.

Probablemente nunca has oído hablar de Vince Lombardi, pero seguramente te has tropezado con la filosofía que popularizó este famoso entrenador cuando dirigió al equipo de fútbol americano Green Bay Packers.
«Ganar no es cualquier cosa. ¡Es la única cosa! —decía Lombardi a sus jugadores—. Para mí no existe el segundo lugar. Solo existe el primer lugar» (Datos tomados de su página web: www.vincelombardi.com).
Para lograr ese objetivo, Lombardi estaba dispuesto a hacer lo que fuera necesario: «No me importa vender jugadores, cambiar jugadores, hasta "dispararles" a mis jugadores: todo con tal de no llegar en segundo lugar» (David B. Smith, Signs ofthe Times [Señales de los tiempos], septiembre de 1997, p. 8). Y en cierto sentido su filosofía le funcionó, porque en apenas nueve años a partir de 1958, logró que su equipo ganara seis títulos de división, cinco campeonatos de la National Football League (NFL) y dos Super Bowl.
¿Qué piensas de esta filosofía? En realidad, no hay nada malo en querer ganar. Nadie participa en un deporte para perder. Ningún alumno se inscribe en un programa de estudios para fracasar. Ningún accionista invierte su dinero para perderlo.
El problema se presenta cuando enfrentamos la vida pensando que «las vamos a ganar todas», o que el único objetivo es ganar. Quienquiera que crea que allá afuera lo está esperando el primer lugar en todo lo que haga, simplemente se está preparando para convertirse en el más miserable de todos los mortales.
Una cosa muy diferente es hacer lo mejor que podamos; poner el mayor empeño en alcanzar nuestros objetivos; en pocas palabras, apuntar a la excelencia. Pero no porque nuestra única meta sea ganar o pasar por encima de otros para llegar a la cima.
Nuestra razón de ser en esta vida es mucho más noble, más sublime, que simplemente ganar. Es vivir de tal modo que glorifiquemos el nombre de Dios: en el deporte, los estudios, el noviazgo, las amistades, el trabajo y el matrimonio, entre otros.
En última instancia, ¿qué sentido tiene ganar todos los honores de este mundo y al final perder la vida eterna?
Padre amado, que la gloria de tu nombre siempre sea el norte de mi vida.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

JESÚS, LLENO DE ALEGRÍA


En aquella misma hora Jesús se regocijó en el Espíritu, y dijo: Yo te alabo, oh Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y entendidos, y las has revelado a los niños. Sí, Padre, porque así te agradó. (Lucas 10:21).

De Jesús se había profetizado que sería «despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en sufrimiento» (Isa. 53:3). Así fue exactamente. Los malentendidos, las críticas, las acusaciones, el vilipendio y el rechazo eran constantes. Con todo, no lo envolvía una atmósfera de tristeza. Si así hubiera sido, no habría atraído a los niños.
«Jesús trabajaba con alegría y tacto. [...] A menudo expresaba su alegría cantando salmos e himnos celestiales. A menudo los moradores de Nazaret oían su voz que se elevaba en alabanza y agradecimiento a Dios. Mantenía comunión con el cielo mediante el canto; y cuando sus compañeros se quejaban por el cansancio, eran alegrados por la dulce melodía que brotaba de sus labios. Sus alabanzas parecían ahuyentar a los malos ángeles, y como incienso, llenaban el lugar de fragancia» (El Deseado de todas las gentes, cap. 7, p. 56).
Dice la Biblia que un incidente en particular llenó a Jesús de santa alegría. De hecho, de haber estado allí, habríamos podido escuchar que Jesús se reía con regocijo. Los setenta misioneros que había designado acababan de regresar y estaban llenos de excitación, «En aquel momento Jesús, lleno de alegría por el Espíritu Santo, dijo: «Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque habiendo escondido estas cosas de los sabios e instruidos, se las has revelado a los que son como niños. Sí, Padre, porque esa fue tu buena voluntad"» (Luc. 10:21, NVI).
¿A quién no le gustaría haber estado allí para ver a Jesús tan lleno de alegría? Otra pregunta: ¿A quién no le gustaría tener un poco de su alegría? Usted puede y sabe cómo. Jesús oró a su Padre para que sus hijos se amaran unos a otros, guardaran sus mandamientos y se mantuvieran alejados del mal del mundo, «para que tengan mi gozo completo en sí mismos» (Juan 17:13). A pesar de que sus enemigos lo odiaban, él estaba alegre.
Cuando era niño, en la Escuela Sabática solíamos cantar: «Yo tengo gozo, gozo, en mi corazón» (Himnario adventista, ed. 1962, n° 458). Ahora soy mucho más viejo, pero sigo teniendo esa alegría. Basado en Lucas 10:1-24.


Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill

miércoles, 1 de agosto de 2012

Y DURA, Y DURA, Y DURA


«Tus remos los hicieron con robles de Basan; tu cubierta la hicieron de cipreses traídos de las costas de Chipre e incrustados de marfil» (Ezequiel 27:6).

Limpia tus botas de explorador y trata de no ensuciar la cubierta de este barco. Está hecho de madera de ciprés. ¿Te gusta ese olor?
La madera de ciprés es muy especial por su fuerte aroma. Su olor característico se debe a los químicos que contiene. Estos químicos son resistentes al agua, la cual generalmente, pudre otros tipos de madera, e incluso son resistentes a otros ácidos, que corroerían la madera de otros árboles.
Un ciprés llamado árbol del Tule es uno de los árboles más grandes del mundo. Su tronco tiene un perímetro de 42 metros y su altura es de 40 metros. ¡Es inmenso! Los científicos creen que este árbol debe tener entre tres mil y cinco mil años de antigüedad. ¡Asombroso!
Sin embargo, hay algo que es mucho más grande que el árbol del Tule y que dura mucho más. Es el amor de Dios. La Biblia nos dice que nada podrá apartarnos del amor de Dios. Él nos amará por siempre y no hay nada más grande que su amor por nosotros. ¿No te sientes agradecido de que alguien te ame tanto? ¡Yo sí lo estoy!

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

UN NOMBRE NUEVO


Al vencedor le daré de comer del maná escondido, y le daré una piedrecita blanca y en la piedrecita un nombre nuevo escrito, el cual nadie conoce sino el que lo recibe. (Apocalipsis 2:17).

¡Me tocaba a mí escoger el nombre de mi hija! La verdad es que no me había detenido a pensar en lo grande que era esa responsabilidad, ya que un nombre es para toda la vida. Quise que fuera especial.
Cuando tenía cuatro meses de embarazo me confirmaron que sería una niña. Ese día envié mensajes a mis amigas, quienes a su vez me felicitaron, y me llamó la atención el comentario que me hizo una de ellas. Me puse a analizar sus palabras y llegué a la conclusión de que Dios me estaba dando un hermosísimo regalo, en el momento perfecto. Él había realizado en mi vida algunos cambios necesarios antes de entregarme aquel tesoro y cuando entendí aquello me entusiasmé y comencé a buscar nombres que reflejaran esa realidad.
Mi esposo sugirió que la llamáramos Zunilde María, igual que yo. Pero yo deseaba un nombre que fuera suyo propio. Ella podía tener algo de mí, pero no necesariamente mi nombre. Así que comencé a buscar otros. Encontré uno que me gustó: Valentina, que significa mujer fuerte. Sí, deseaba que mi hija fuera una mujer fuerte. Continué buscando y encontré otros que me agradaron; sin embargo, hubo uno en especial que me cautivó por su significado: Nicole, que significa victoriosa. ¡Ese ganó el concurso!
Finalmente, me incliné por una combinación: Nicole Valentina. Deseo que, cuando crezca, mi hija recuerde que su mamá escogió su nombre con mucho amor, deseando que pueda vivir a la altura del mismo.
Amiga, no sé si te gusta tu nombre. Tal vez no. Pero, ¿no te gustaría tener un nombre nuevo? Para ello debes aferrarte a la maravillosa promesa de nuestro Señor: él dará una piedrecita con un nuevo nombre a todo aquel que salga victorioso en la lucha contra el mal. Recuerda que, aunque hoy estemos atravesando situaciones difíciles, el galardón que nos espera será muy hermoso.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Zunilde Marcano

EL COFRE DE LOS TESOROS


Me alegraré en el camino de tus mandatos, más que en todas las riquezas. Salmo 119:14.

No se lo digas a nadie, pero tengo un cofre de tesoros. De ese cofre extraigo preciosas gemas cada día. Tienen tanto valor que no lo cambio por ningún otro tesoro terrenal. Ya sabes a qué me refiero, ¿no es así? En tu casa hay un cofre similar. ¡Es la Biblia!
De todas esas gemas, algunas brillan más. Una de ellas se encuentra en Isaías 41:10: «No tengas miedo, pues yo estoy contigo; no temas, pues yo soy tu Dios. Yo te doy fuerzas, yo te ayudo, yo te sostengo con mi mano victoriosa». ¡Nada menos!
Resulta interesante saber que los grandes hombres y mujeres de la historia del cristianismo también tuvieron su cofre de tesoros y, por supuesto, su gema favorita: un versículo bíblico donde encontraron poder para enfrentar duros desafíos, y para los momentos de aflicción.
Tomemos el caso de William Carey, el primer misionero a la India (1793) y quien tradujo la Biblia completa, o porciones de ella, a unos 24 idiomas y dialectos. Su texto favorito era: «Ensancha el espacio de tu carpa, y despliega las cortinas de tu morada. ¡No te limites! Alarga tus cuerdas y refuerza tus estacas» (Isa. 54:2, NVI). El de John Knox, el líder de la Reforma protestante en Escocia, era Juan 17:3: «Y la vida eterna consiste en que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien tú enviaste». El de David Livingstone, el legendario misionero al continente africano, Mateo 28:20: «Yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo».
¿El de Martín Lutero, el campeón de la Reforma protestante? «El justo por la fe vivirá» (Rom. 1:17). ¿Y el de Elena G. de White? Según la escritora Dorothy Watts, era Ester 4:16: «Me presentaré ante el rey, por más que vaya en contra de la ley. ¡Y si perezco, que perezca!» (NVI).
¿Y cuál es tu versículo favorito? Pues esta es mi recomendación para ti: Grábalo en tu memoria y aduéñate de su promesa, como si Dios hubiera dicho esas palabras solo para ti. En los momentos de prueba o de tristeza, esa promesa será como música celestial a tus oídos.

Abre mis ojos, Señor, para ver las maravillas de tu ley. Salmo119:18.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

«NO OS REGOCIJÉIS»


«Pero no os regocijéis de que los espíritus se os sujetan, sino regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos» (Lucas 10:20).

Cuando pensamos en los discípulos de Jesús, nos vienen a la mente los doce que escogió y, más específicamente, tres: Pedro Santiago y Juan. Sin embargo, muchos otros lo seguían como discípulos de un lugar a otro y a ellos también les dio una instrucción específica.
Jesús estableció a doce, pero también designó a otros setenta (ver Luc. 10:1) y los envió de dos en dos a todas las ciudades y los lugares que estaba a punto de visitar. Tenían que prepararle el camino para que pudiera llegar como maestro y ministro. A los setenta les dio instrucciones específicas sobre cómo abordar a la gente. No quería que sus representantes molestasen o fueran donde no eran bien recibidos. Les advirtió que no siempre serían bienvenidos y que no tenían que desanimarse por ello.
Los setenta también recibieron dones sobrenaturales para sanar y ministrar como señal de que eran enviados de Jesús. Su éxito fue clamoroso.  Enseñaron y sanaron, de manera que la mayor parte del pueblo los escuchaba y respondía favorablemente. Aquellos primeros misioneros estaban eufóricos. Cuando hubieron acabado su misión, corrieron de vuelta a Jesús llenos de gozo, entusiasmados y gritando: «¡Señor, hasta los demonios se nos sujetan en tu nombre!» (Luc. 10:17).
En medio de tanto entusiasmo, Jesús hizo una declaración extraña. Les dijo que no se alegraran al respecto. Es más que probable que ese consejo les cayera como un jarro de agua fría. Pero Jesús terminó su declaración: «Pero no os regocijéis de que los espíritus se os sujetan, sino regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos» (Luc. 10:20).
«No os gocéis por el hecho de que poseéis poder, no sea que perdáis de vista vuestra dependencia de Dios. Tened cuidado, no sea que os creáis suficientes y obréis por vuestra propia fuerza, en lugar de hacerlo por el espíritu y la fuerza de vuestro Señor. El yo está siempre listo para atribuirse el mérito por cualquier éxito alcanzado. Se lisonjea y se exalta al yo y no se graba en otras mentes la verdad de que Dios es todo y en todos. [...] Por lo tanto, gozaos de que mediante Cristo habéis sido puestos en comunión con Dios, como miembros de la familia celestial» (El Deseado de todas las gentes, cap. 53, pp. 465, 466).
He aquí una razón para sentirse feliz: usted forma parte de la familia de Dios. Basado en Lucas 10:1-24.

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill